TDte la misma manera que el profesor Parkinson nos informó que en los consejos de administración se discute con mayor amplitud sobre el coste de un aparcamiento que sobre una inversión millonaria en tecnología, por la simple razón de que todo el mundo sabe de aparcamientos, pero son pocos los que poseen conocimientos tecnológicos solventes, en España somos maestros en organizar polémicas sobre asuntos de escaso interés, siempre y cuando sea sencillo dar una opinión sin discurrir demasiado. En realidad, el éxito del fútbol se basa en que se puede entender y discutir sin saber ni una palabra de geometría, que era la exigencia de Pitágoras para entrar en su academia.

A la estolidez del Gobierno, creyendo --con tanta buena voluntad como error-- que para educar a los chicos la solución consistía en ponerles una asignatura llamada Educación Ciudadana, le sucedió la melonada de la polémica sobre la manipulación pretendida, que todavía prosigue con estúpidas defensas ideológicas de uno y otro lado.

Educar es un término amplio que no sólo compete a la escuela, sino a la familia y a la sociedad. Es más, en cuestión de ideología, a pesar de extendidas creencias, la familia pesa más, muchísimo más, que la escuela, como sabe cualquier estudiante de primero de Pedagogía. Pero, además de la escuela, está la sociedad, y la sociedad a quien más enfoca, no es a los honrados y virtuosos, sino a los corruptos, a los pendones, a los vende-escándalos y a los mediocres enaltecidos por el amiguismo.

¿Sacrificarse, estudiar, obedecer? ¿Dónde se matricula uno para recalificar terrenos o ser nombrado alto cargo sin méritos? ¿Dónde hay que apuntarse para engañar a un marido, contarlo en la tele y cobrar? ¿En qué academia enseñan fórmulas astutas para medrar sin tener que estudiar? ¿Y lo va arreglar esto un libro? Es lo mismo que sacar un manual de poesía para que haya más poetas, mientras a los poetas les tiran piedras en la calle.

*Periodista