Somos un grupo de padres que hemos visto como se ha desoído nuestra solicitud a la administración educativa para que se diese continuidad a la Comisión de Servicio de la maestra de nuestros hijos de 3 años. La legislación educativa en nuestra comunidad dice que es conveniente que el mismo profesional acompañe a los niños a lo largo de la etapa. Aún así, nuestra «seño» se va a un colegio también en Badajoz, apenas a unos cuantos cientos de metros de distancia. Hacemos un llamamiento a la reflexión por parte de la administración: es necesaria la continuidad de los docentes para garantizar unos mínimos resultados en los proyectos.

Además, la comunidad educativa somos todos: administración, profesores, alumnado y padres. Nuestra opinión también debería considerarse.

Barcelona

La Rambla volverá a latir

Aitor Sáez

Bogotá

En el 2008, mientras trabajaba en la tienda Desigual de la Rambla, salí a fumar a la puerta durante un descanso. Un colega de trabajo italiano me acompañó. «¿Por qué te gusta Barcelona?», le pregunté. «Porque siempre pasa algo», respondió. Gente de todo tipo, turistas y barceloneses, paseaban calle arriba y abajo, llevados por la brisa del Mediterráneo que subía hasta la plaza de Catalunya. Con el tiempo y con la distancia empecé a recordar esa calle. Los quioscos donde compré mis primeras flores, los adoquines por donde huía de los antidisturbios en las manifestaciones, las farolas que nos vieron celebrar los exámenes finales o los títulos del Barça. Donde descubrí la diversidad como el principal valor de Barcelona. Una tierra abierta al mundo, de acogida, cosmpolita. Una tierra de todos y todas. Una capital del mundo.

Durante estos cinco años de distancia de mi ciudad, me ha invadido la nostalgia cada 23 de abril, Sant Jordi, y cada Onze de Setembre. Volveré al centro de Barcelona y me detendré en la Rambla, donde uno se da cuenta de lo pequeña que es la ciudad, donde uno siente que la ciudad le abraza. Las grandes hojas de los plátanos que cubren la calle serán lo único que teñirán las baldosas en forma de ola. Como decía mi colega italiano, ayer volvió a pasar algo en esa calle, como siempre. Solo que esta vez pasó lo peor. Solo los pasos y los nuevos recuerdos borrarán las imborrables manchas de ayer. Así, hasta latir de nuevo. Y la Rambla volverá a ser lo que ha sido siempre: el corazón de Barcelona.

Tsunami

Caos, terror y solidaridad

Mireia Maldonado

Deba

El terror es un tsunami que no diferencia a quien se lleva por delante. Preocupación, apoyo, condolencias, solidaridad, ruedas de prensa, pinceladas sobre el atropello, más autores, un tiroteo; había otra furgoneta, al menos dos muertos, tres, cinco, diez, trece... Se activa el protocolo antiterrorista. Otro tsunami, esta vez de solidaridad, recorre la ciudad. Y los taxis se convierten en ambulancias improvisadas, las casas en pensiones, los vecinos en enfermeros, psicólogos, amigos... Porque Barcelona, 25 años después, vuelve a hacerse con el oro olímpico en un sentimiento de colectividad que puede con imposibles. Hoy no hay nada que demostrar, hoy no hay independentistas, ni unionistas, ni izquierdas, ni derechas. Hoy Barcelona sangra y todo lo demás es relativo. Sus habitantes son glóbulos blancos, (sí, blancos si hace falta) que acuden en masa como un conjunto heterogéneo de respuesta inmunitaria. Barcelona es una ciudad que te atraviesa de tal modo que cuando sufre un ataque al corazón es el tuyo el que cierra por derribo