El dato llama la atención: cada año, en Extremadura, más de medio centenar de chicas menores de 19 años queda embarazada sin quererlo. Son más de quinientos dramas, un tercio de los cuales acaba en un drama más, en el del aborto. Mal haría la sociedad si este hecho se entendiera como un asunto personal e intransferible de las muchachas que lo sufren y de su círculo más próximo. Una comunidad moderna no puede volver la cara ante problemas que afectan a la juventud y que, por su entidad, pueden amargar la vida a quienes lo sufren. Por eso, todas las medidas encaminadas para evitar los embarazos no deseados son pocas. El sistema sanitario hace su aportación: presta asistencia a las jóvenes que, cada vez en mayor número, lo necesitan; facilita, si es preciso, la píldora del día siguiente, y lo hace además gratis, para que no poder pagarla no sea un impedimento --con que lo fuera una sola vez ya sería mucho-- para tomarla. Sin embargo, a la vista de la situación, el sistema sanitario no es suficiente para reducir el problema. Es necesaria la contribución del sistema educativo, como bien afirman los médicos y otros expertos consultados por este periódico. La demanda de una asignatura sobre educación sexual en los institutos resulta más que sensata.