Muchos son los males que aquejan nuestro modelo educativo, pero estoy seguro que ha llegado la hora de entender, por parte de todos, que ante la descentralización del sistema, necesita con toda urgencia la coordinación entre las Administraciones Autonómicas y definir una verdadera política de Estado, que asegure y vertebre la cohesión de nuestro sistema educativo y, al mismo tiempo, se diseñe un plan de estudios de Formación Profesional prestigiado.

En el 2008, en Europa, cerca del 15% del alumnado dejó los estudios después de la ESO, mientras que en España la cifra alcanza el 31,2%. Esto quiere decir que los jóvenes españoles, de entre 18 y 24 años, no estudian absolutamente nada y sólo han alcanzado el título de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). En Extremadura el abandono escolar se sitúa en el 33,3%.

Los números demuestran que el sistema educativo en España se encuentra en un vado profundo. Las propuestas de Rodríguez Zapatero , como las pizarras electrónicas, ordenadores o los 1.350 euros, no son más que parches alejados de la excelencia y calidad de la enseñanza. Al alumnado hay que exigirle esfuerzo y respeto en las aulas; al profesorado, por su parte, hay que motivarlo; y las familias deben entender que la educación de los hijos pasa por inculcarles responsabilidad, alejada de paños calientes ni adulaciones permisivas.

Vista la pobre situación de uno de los principales pilares de progreso para España, como es la educación, la pretensión de Rodríguez Zapatero de ir hacia un nuevo modelo productivo es un error si previamente no se corrigen las deficiencias del modelo educativo y los planes de Formación Profesional, sin olvidar a la universidad, corrigiendo los desajustes relacionados entre el sistema educativo y el productivo como elemento estratégico para el país y para su desarrollo futuro.

Hay otros aspectos que habría que engarzar entre los educandos y la juventud dispuesta a dar el salto al mundo laboral y que deberían formar parte del sistema pedagógico como: el espíritu del trabajo en equipo, la capacidad de crítica, la confianza en uno mismo, saber cuáles son nuestras capacidades para afrontar el futuro, la actitud positiva hacia el trabajo y el valor del trabajo bien hecho.

Ante la situación mortecina de nuestro modelo educativo, ha llegado la hora de entender que la prosperidad de una nación se sustenta en un potencial humano preparado y pujante porque este será el futuro y el motor de los grandes avances sociales, políticos y económicos. De momento el futuro está hipotecado. Lo que falta es creer que es posible cambiar esta triste realidad.

*Diputado PP en la Asamblea de Extremadura.