Escritor

Mi vecino estaba que echaba las muelas con Pilar del Castillo:

--Vamos, otra vez volvemos a la religión como asignatura. Demencial.

A mí me cogió de sorpresa porque ha tenido siete hijos y con todos ha seguido el mismo método. No sé si son siete los automóviles que tienen uno o dos por barba, y el método ha sido enseñarles a hablar primero y a leer después, con los distintos libritos de manejo del automóvil. Durante la lactancia y mientras el niño mamaba él se ponía junto a la madre y lo iniciaba en automovilismo a la primera pedorreta que hacía la criatura que lo avisaba su esposa Eloísa:

--Pepe, que el niño ha hecho la primera pedorreta.

Y Pepe comenzaba el asedio:

--Car-bu-ra-dor...

--Dile una palabra más corta-- le aconsejaba su esposa.

--El catón de automovilista dice que el carburador es lo más importante de un automóvil...

--Sí, pero depende del enseñante. Antes se comenzaba con mi-ma-má-me-mi-ma... pero de ahí a carburador hay un abismo.

Y en estas estaban y el niño repetía:

--Car-bu-ra-dor...

--¿Ves? Además es listísimo.

Lo cierto es que mi amigo ha creado una familia muy bonita, donde todos los días prueban un coche frente a mi casa y salen todos a oirle como respira por el tubo de escape:

--Es como si estuviera echando un polvo.

Decía José Luis, el mayorcito, que tiene una un Z4 BMW y va con una visera cada vez que la madre lo manda a Carrefour. Las niñas también han salido muy avanzadas en este menester, y la verdad que es una familia muy unida, salvo el día que prueban alguna moto o se han comprado una DKW dando explosiones, yo los quiero entrañablemente. Un dato positivo a esta pertinaz obsesión, es que así no se les ocurre tampoco ir a votar, por lo menos hasta que Aznar no tenga la respiración de un cabriolet.