En estos días se jubila el inspector de educación que corresponde a mi colegio y a otros 18 centros de Badajoz, y ha escrito una carta extraordinaria, (él la llama su testamento pedagógico), que es el resumen de muchos momentos de reflexión tras una larga y profunda experiencia. En ella nos habla a padres, alumnos y maestros de su ideal de educación.

Quiero traer aquí un par de párrafos, cuyo contenido me parece de interés para los ciudadanos:

"... Ahora el sistema nos trae una nueva obligación, la materia de Educación para la Ciudadanía. Eso, educar para la ciudadanía, lo hemos hecho siempre y lo hacemos cada día desde que entramos hasta que salimos. Lo hacemos a todas horas, a la hora de las Matemáticas, a la de Música y a la de Sociales. La Educación para la Ciudadanía no es ninguna novedad en nuestras escuelas. Ahora el sistema nos obliga a tener además una materia con ese nombre. Pues bienvenida sea. Todo es bueno para el convento. Por mucho llover nunca fue mal año. Mi consejo es que sea el tutor quien se encargue de esa materia nueva, es el más cualificado para ello y que se mantenga y se potencie más si cabe el trabajo que ya venimos haciendo todos, tutores y no tutores al respecto..." (perdona José Antonio por usar tu texto, pero creo que lo vivido durante tantos años y meditado en muchos momentos debe conocer la luz).

Los maestros queremos que nuestros alumnos sean sinceros, solidarios, responsables, buenos compañeros, comprensivos, respetuosos, conocedores de la verdad, colaboradores, libres... y todas las actitudes que deben acompañar a un ser humano para que sepa vivir en sociedad y que, a pesar de que parte de la jerarquía eclesiástica se oponga, amenazando incluso con la excomunión, y aunque el actual gobierno de España no lo apoyara, lo seguiremos haciendo porque es el principal objetivo de cualquier educador.

Sé que muchos compañeros católicos, cristianos, ortodoxos, protestantes, musulmanes, agnósticos, ateos... han cumplido este objetivo y por honradez lo seguirán cumpliendo, gracias a Dios. Una iglesia que sigue a Cristo no debe ser destructiva y añorar poder y tesoros terrenos. Jesucristo no reconocería a estos obispos españoles que en lugar de ocuparse del alma y de los verdaderos enemigos de ella que son el dinero y el poder sólo se ocupan de sus bienes y de mantener sus privilegios. Cristo los expulsaría de su iglesia como expulsó a los que comerciaban en el templo de Jerusalén.

Carmelo Sayago Hernández **

Badajoz