TEts una delicia pasear por esos pueblos pequeños del Alentejo. Uno se sitúa en un tiempo sin tiempo. También en la tranquilidad y el sosiego de lo sencillo. Y en la calidad del buen gusto y el cuidadoso sentido de lo comunitario. Son pueblos limpios, con sus empedrados en buena parte de las calles. Con sus flores en macetas, parterres, jardincitos, plazoletas, mínimos lugares de fachadas y puertas... Con sus escuelitas de infancia llenas de papelillos de colores en las amplias cristaleras; tan bien preservadas, tan mimadas por todos. Con sus parques infantiles donde a nadie se le ocurre destrozar el más humilde mobiliario. Con sus enormes chimeneas y esas fachadas tan blanquísimas, con el azul intenso veteando puertas y ventanas, además de rellenando zócalos. ¡Y con sus servicios urinarios que no faltan ni en la población más humilde y pequeñísima: cuidadísimos, abiertos siempre!

Aquí, en Extremadura, somos muy dados a despreciar lo que de Portugal nos viene. Es una actitud incomprensible de nuevo rico, y de ignorante, legendaria y desechable. Alentejo, sus pueblos, sus gentes, son ejemplo para todos en lo más profundo, en la esencia sencilla de su alma y el respeto por todos y su entorno.

*Historiador y concejal socialistaen el Ayuntamiento de Badajoz