Rafael Nadal ha logrado el quinto título de Roland Garros, la catedral de la tierra batida, una especie de Mundial del tenis sobre esa superficie. Lo ha hecho, además, de la forma más brillante: sin haber cedido un solo set y después de lograr los otros cuatro torneos en los que había participado en las semanas anteriores. Unos resultados imposibles de mejorar, que lo han hecho alcanzar nuevamente la cima del tenis.

Con todo, el triunfo de Nadal es mucho más que una hazaña individual, por mucho que se deba exclusivamente a su dedicación y capacidad de sacrificio. Y de igual modo que los triunfos de Indurain fueron vistos por la comunidad internacional como la demostración de que los españoles no solo lograban triunfar a base de inspiración y genio, sino también de trabajo; y de que los resultados obtenidos en los Juegos Olímpicos de Barcelona hicieron que España ingresara en el concierto de países desarrollados, porque uno de los factores que lo definen es su competencia deportiva, ahora Rafael Nadal es también ejemplo de que en España hay gente eficaz y capacitada para alcanzar la excelencia en su actividad profesional. El deporte --el nivel del deporte de un país-- es cada vez más medida de desarrollo, de bienestar y de calidad de vida y, en este aspecto, el triunfo de Nadal hace que la imagen de nuestro país se beneficie de la suya.