El último proceso para un final dialogado de la violencia (2003-07) tuvo distintos actores (PSE, Batasuna, Gobierno, ETA, PNV) en conversaciones a veces simultáneas y en paralelo; contó con apoyos internacionales (gobiernos, fundaciones --Henri Dunant--, organizaciones políticas --Sinn Féin--, Iglesia, asesores expertos en Irlanda del Norte y Suráfrica); y la sociedad civil vasca se implicó profundamente. Fue multilateral y dejó ventanas abiertas. Así, el pasado marzo, la declaración de Bruselas (firmada por cuatro premios Nobel --los surafricanos Desmond Tutu y Frederik W. De Klerk , y los irlandeses John Hume y Mary Robinson -- y por la Fundación Nelson Mandela) exigía a ETA una tregua permanente y un desarme definitivo. Y hace unos días, el mediador surafricano Brian Currin abogaba por negociar según los principios del senador norteamericano George Mitchell (desarme total y verificable, uso de medios exclusivamente democráticos y pacíficos) aplicados en Irlanda del Norte. La situación evoluciona rápidamente.

XPOR OTRO LADOx, y sobre todo, porque la eficacia de las fuerzas de seguridad españolas y francesas han llevado a ETA a un callejón sin salida que conduce a su desaparición. Los datos son concluyentes: ha sido detenida toda la dirección que puso fin al último proceso negociador (Xavier López Peña, Thierry ; Garikoitz Azpiazu , Txeroki ; Ibon Gogeaskoetxea; Mikel Kabikoitz Carrera , Ata ); los autores del atentado de la T-4 han sido detenidos, procesados y condenados; y también ha sido capturado Arkaitz Agirregabiria , supuesto autor material del asesinato de un policía francés el 16 de marzo cuando robaba coches en la periferia de París.

Por otro lado, la izquierda aberzale ha apostado por las vías políticas, democráticas y pacíficas, según las declaraciones de Alsasua (14 de noviembre del 2009, quinto aniversario de la declaración de Anoeta, disparo de salida público del último proceso), a las que ETA respondía con dureza, y de Pamplona (23 de abril y 5 de junio del 2010). En la capital navarra, en un acto contra la reforma laboral, Ainhoa Etxaide , secretaria general de LAB, abogaba por "un nuevo movimiento independentista", capaz "de impulsar la construcción del Estado vasco", y de poder decidir el futuro "sin fronteras, sin ningún tipo de injerencia, sin el menor asomo de violencia".

Arnaldo Otegi, Rafael Díez Usabiaga y Rufi Etxeberría , conscientes del malestar y de las críticas que se habían producido en la izquierda aberzale por cómo ETA hizo fracasar el último proceso y de la división que esto había originado entre los militantes y presos de ETA --algunos históricos han llegado a exigir no sólo el fin de la violencia, sino la reparación de las víctimas--, serían los principales impulsores de esta nueva propuesta basada en la participación democrática y la ausencia de violencia. No se ha dado aún el paso decisivo de desmarcarse de ETA condenando la violencia, pero se confía en que la presión de la izquierda aberzale obligará a ETA a dejar las armas. La detención de los dirigentes más radicales, la evidente falta de capacidad operativa --que no quiere decir que ETA no pueda atentar--, la poca consistencia de las nuevas hornadas de militantes surgidos de la kale borroka, la falta de históricos con experiencia en la lucha armada y la clandestinidad (por cierto, sin noticias de Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera , principal impulsor del proceso anterior que, días antes del atentado de Barajas, fue desplazado de las reuniones con los delegados del Gobierno español por Thierry) y la eficacia de las fuerzas de seguridad favorecen este cambio de la izquierda aberzale, sea por consideraciones éticas o por pragmatismo político.

Sectores del PNV, EA, que ha formado un polo soberanista con Batasuna, y el presidente del PSE creen que la apuesta es sincera y que hay que ayudar a impulsarla. Jesús Eguiguren es escéptico sobre la capacidad de Batasuna de influir en la dirección de ETA, pero sostiene que, si condena la violencia, habría que legalizarla. Y ha pedido que el final de ETA sea liderado desde las instituciones y los partidos vascos por el lendakari Patxi López y el líder del PP Antonio Basagoiti . Sus palabras no han encajado bien entre los socialistas y han permitido al PP mostrar una vez más su carencia de sentido de Estado acusando al Gobierno de negociar con ETA (Mayor Oreja hace ya meses que lo proclama). Mariano Rajoy ha afirmado "que a él no le podrá decir nadie nunca que traicionó a los muertos". Se equivoca el líder del PP, este Gobierno no negociará más con ETA, seguirá apoyando a las fuerzas de seguridad y mantendrá ilegalizada a Batasuna mientras no condene la violencia y ETA no deje las armas. No obstante, por mero sentido de Estado, hace falta aprovechar las ventanas que todavía permanecen abiertas, porque no se puede traicionar a los muertos, pero es obligado evitar los de mañana sin conculcación del Estado de derecho y democrático. ¿Qué teme, pues, el PP? ¿Que el fin de ETA esté en manos de la decisión de los ciudadanos vascos y de un Gobierno socialista en Madrid y en Vitoria?