XNxo deja de ser paradójico, que una sociedad tan mediatizada e influida por los medios de comunicación, hablemos tanto de la UE y sea tan pobre, por ser benévolos, la participación ciudadana a la hora de pronunciarse sobre las distintas opciones políticas que se ofertaban para el Parlamento Europeo, que en purismo democrático es donde debe residir la soberanía de los ciudadanos europeos. Sería torpe, muy torpe, despachar la cuestión en clave de un desinterés episódico, que no debe tener otras lecturas que vayan más allá del hartazgo de elecciones, la lejanía o el desconocimiento. Peor aún si se ponen ejemplos de otras latitudes y para eventos electorales muy diferentes, en donde el partido mayoritario es siempre la abstención. En nuestro país, en España, nunca la mitad del electorado se nos había quedado en casa, y afortunadamente en distintas ocasiones, nuestro pueblo ha sabido colocar en su sitio tanto a tirios como a troyanos. Y bien reciente tenemos la rapidez de reflejos de nuestro pueblo en estas cuestiones. Tampoco resulta convincente lo de mal de muchos, porque ya se sabe que es consuelo de tontos. Así que pasar página rápidamente sobre lo ocurrido en las elecciones europeas, no parece ser la mejor de las terapias. Máxime cuando uno de los ejes de nuestra política, está basado, y es correcto que así sea, sobre la construcción de la UE, su Constitución y nuestro peso y papel en la misma. No parece haber sido el mejor de los aciertos, el convertir en nuestro país, las elecciones europeas en una reválida, con ajustes de cuentas incluidos, de las elecciones generales. Como tampoco parece ser la mejor lectura, el sumar votos territoriales y hacer proyecciones sobre el presente y futuro de los partidos en lid.

Se puede discrepar, y de hecho existen profundas diferencias sobre los elementos básicos que deberán conformar la UE de mañana, pero al final tiene que haber una resultante que aglutine y salve las diferencias de criterio. Esta debería ser una tarea a la que los europarlamentarios debieran entregarse. Cierto que no pueden ser todavía los únicos, es de esperar que algún día lo sean, pero no es menos cierto, que estas mayestáticas reuniones de los jefes de Estado, a golpe de genialidades, con sus estiras y aflojas, tampoco son el mejor de los caminos. Y si en estas reuniones se impone la clave nacionalista explicitada en términos de poder y peso como eje central de la construcción europea, el conflicto está servido. Nadie duda que la proporcionalidad directa en la representación política conlleva muchas dificultades y que en los órganos finales de decisión europeos es obligada la introducción de coeficientes correctores que permitan compaginar territorios y población. Esta ponderación tan solo puede hacerse primando los estados menos poblados respecto a los más poblados. Es lógico que así se haga en una UE de 450 millones de habitantes, con estados de poblaciones numéricamente muy dispares. Pero en todo caso, no debiera presentarse esta cuestión en términas de éxito o fracaso. Estamos ante una cuestión de principios, consensuados estos el resto es mera aplicación. Salvo que la UE, se entienda no como una ciudadanía común, a la que hay que ofertar derechos y exigir deberes, y se haga en clave de disputar hegemonías, y por ende imponer criterios, posicionamientos y conductas. La suma de mis intereses nunca tendrá como resultado el interés global, es en la distribución de los planos competenciales en donde se pueden e incluso deben manifestarse los diversos intereses. Aprobar la Constitución es abrir camino a la esperanza.

*Ingeniero