La decisión del lendakari Ibarretxe de convocar las elecciones vascas para el 1 de marzo, haciéndolas coincidir así con las gallegas, que ya habían sido anunciadas previamente, pone en evidencia que el nacionalismo vasco ve seriamente en peligro el poder que ostenta desde 1980. Con esta maniobra Ibarretxe trata de dificultar un discurso coherente de los socialistas, porque a la misma hora en que en Galicia justifican su alianza con los nacionalistas del Bloque, en Euskadi se ven obligados a descalificar a los también nacionalistas del PNV. Los populares se ven menos perjudicados por la maniobra del lendakari. Al fin y al cabo ellos son críticos con los nacionalistas tanto en Galicia como en Euskadi y ya saben que ni en una ni en otra comunidad van a encontrar socios para gobernar.

El PP volverá a ganar previsiblemente en Galicia, pero sabe que, otra vez, no podrá gobernar porque se reeditará el pacto entre socialistas y galleguistas que ha funcionado hasta ahora. En Euskadi, los populares se contentan con un tercer puesto, desde el que tratarán de crear problemas al partido socialista.