TCtelebramos este año el cuarto centenario de El Quijote y es buen momento para releer este libro ejemplar e insustituible. De nuevo lloverán comentarios de todo tipo y, mayoritariamente, don Quijote saldrá caballeroso y bien parado, mientras Sancho Panza será objeto principal de chanzas, escarnio y a veces desprecio.

Yo, sin embargo, tengo que confesar mi atracción por la figura de esta especie de antihéroe, de hombre-pueblo, hombre-historia común, abnegado y sacrificado, representante de lo anónimo y lo sufrido, de lo que vive y sobrevive con tanto y duro esfuerzo.

El inolvidable poeta Gabriel Celaya tiene un extraordinario poema dedicado a este escudero socarrón y paciente donde podemos leer versos tan contundentes como estos: "Sancho-vulgo, Sancho-nadie, Sancho-Santo,/ Sancho de pan y cebolla/ trabajando por los siglos, cotidiano,/ vivo y muerto, soterrado". Para, más adelante, denunciar: "vivimos de tus trabajos, de tus hambres y sudores,/ de la constancia del pueblo, de los humildes motores".

¿Quién no reconoce, tras una lectura detenido de las aventuras quijotescas y sanchopancescas la verdad desnuda de los versos de Celaya? La Historia del pueblo con mayúscula. La historia total y verdadera del hombre que levanta, con su sudor, su trabajo y su esfuerzo malpagado y lejano a los honores y al brillo, la economía y la vitalidad profunda de cada país.

"Cabalgando en tus espaldas se las dan de caballero/ y tú, pueblo, les aguantas y levantas --tentetieso--/ lo que puede levantarse. Y aún sabiendo lo que sabes/ nunca niegas tus servicios: ¡Santo y bueno!". Sí, releamos una vez más ese libro inigualable, nuestro Don Quijote ; pero hagámoslo por un momento desde la perspectiva de abajo , desde el utilizado como instrumento necesario de esta historia, desde la figura humilde, simple y profunda, limpia y admirable de Sancho Panza.

*Historiador y concejal socialista en el Ayuntamiento de Badajoz