En una situación de punto muerto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Bush, Blair y Aznar intentarán mañana en las Azores salir de este atolladero. La búsqueda de una segunda resolución que bendiga la operación militar contra Irak está resultando infructuosa. De momento, no salen las cuentas.

Estados Unidos, como no se ha cansado de repetir, no necesita de tal cobertura para ejecutar sus designios sobre Irak. En medio del Atlántico se discutirá probablemente una última iniciativa diplomática que pueda vencer la resistencia de Francia y también la posibilidad de ir a la guerra sin la segunda resolución.

De ser así, Blair tendrá la papeleta más difícil de los tres reunidos. El primer ministro británico se enfrenta a una seria rebelión en las filas de su partido si hay una resolución y, con mayor motivo, si no la hay. Aznar lo tendrá mucho más fácil. La sumisión al presidente norteamericano ha sido total desde el primer día. En plena comunión con el inquilino de la Casa Blanca, ayer desbordó la legalidad de la ONU al fijar como objetivo del plan contra Irak la caída de Sadam Husein, algo que ni la Carta de las Naciones Unidas ni la resolución 1441 prevén.