TEtn el sumario del 11-M existen puntos oscuros y algunas incógnitas. Una de las que nadie menciona es el misterioso suicidio colectivo, porque las creencias musulmanas pueden alentar la inmolación en la lucha contra el infiel, pero no el suicidio. Ahora bien, colegir de ello una conspiración fría y calculada, en la que los conspiradores sacrificaran la vida de casi doscientas personas, resulta tan expuesto como aventurado.

Tras el asesinato de Carrero Blanco , jefe de Gobierno de la Dictadura, resultó deslumbrante que le sucediera el ministro de Interior, es decir, la persona responsable de la seguridad del asesinado. Pues bien, no ha sido mucho menos deslumbrante que el PP, al pasar a la oposición, delegara durante mucho tiempo en el que fuera su ministro de Interior, cuando se produjo la matanza de Atocha, el encargo de la crítica a la investigación de aquella masacre que su ministerio, y los policías a sus órdenes, tendrían que haber desbaratado. En estos momentos, la sociedad está tan interesada en hacer hipótesis descabelladas sobre la masacre de Atocha como en recuperar la memoria histórica y pasarse las veladas hablando de la guerra civil. Hay días en que parece mentira que gente mayor de edad, y a la que se le supone algún que otro conocimiento de la realidad social que administran o aspiran a administrar, se empecine en el error.

Visto el entusiasmo que despierta la rememoración de los años en que los españoles sacamos lo peor de nosotros mismos, y nos dedicamos a matarnos y a denunciarnos unos a otros, los socialistas muestran ya un entusiasmo bastante fácil de describir. En cambio, los populares se han enviscado en esa bandera ajada del 11-M, que más parece el agravio melancólico de quienes, pasados dos años, todavía no han aceptado la inesperada derrota, que el deseo de resolver algunos de los puntos oscuros que sin duda convendría aclarar. Y, cada vez que Rajoy vuelve sobre el asunto, se parece a ET, señalando la Moncloa, y musitando: mi casa... .

*Periodista