Da los primeros pasos este nuevo curso tan igual y tan diferente a los anteriores. Por los pasillos, los alumnos, ellos y ellas, con su alegría y su impaciencia. Ríen los veteranos y se saludan a voces. Y los más pequeños, a los que veremos crecer entre estos muros y cuyos padres nos confían la labor de completar y colaborar con nuestras enseñanzas a la educación que ellos les dan, se aclimatan a un nuevo edificio. Conocemos los profesores a los que vienen de primaria y sus carreras y su fuerza juvenil, sus risas a veces incoherentes, sus andares desmañados, su pujanza imparable testimonian que ellos son el futuro y la esperanza, y ponen de relieve la trascendencia de nuestra tarea y nuestra responsabilidad. Todos los años, el nuevo curso nos enfrenta a esa fusión enriquecedora que debe ser la exigencia y el cariño, la observación diaria de sus progresos y la formación constante que nos libere de la posible rutina a fuerza de buscar nuevos modos de ilusionar a esos jóvenes que nos escuchan a veces atentos y a veces hartos, a veces dóciles y a menudo rebeles, siempre merecedores de nuestros desvelos y de la obligación de dar lo mejor de nosotros mismos.

No concibo el trabajo docente sin vocación, y no solo porque la tarea sea inmensa, sino porque esa vocación y ningún otro secreto es para esta veterana profesora la que salva año tras año no ya de la rutina, sino del desaliento. Y no porque los alumnos no avancen y no aprendan, que lo hacen, a veces pese a nuestra torpeza, sino sobre todo al contemplar este país donde predomina la gente esforzada y laboriosa, que padece una clase dirigente donde predomina la gente pícara, interesada solo en medrar, cuya labor consiste mayoritariamente en astucias y engaños para alcanzar o perpetuarse en el poder.

Me dirán ustedes que soy demasiado derrotista, pero ¿cómo explicarse entonces que en cuarenta años no hayan sido capaces de pactar una ley de educación que perdure, que mire fundamentalmente por el bien de los alumnos y que deje a un lado banderías y politiquerías de poca monta?