En el verano pasado a un alcalde de la comarca de La Vera se le ocurrió que el acceso descontrolado y caótico de visitantes en coche para ver y disfrutar de las gargantas con agua que bajaban de la sierra no podía continuar, y decidió organizar un aparcamiento ordenado y vigilado, a partir del cual no se podía seguir en vehículo, y además cobrar por ello.

El verano acabó, los parajes de las gargantas se conservaron y disfrutaron mejor, los visitantes muy agradecidos por dejar el coche en un estacionamiento vigilado y ordenado de tal manera que nadie tapaba las salidas y, no menos despreciable, siete vecinos del pueblo consiguieron en ello un puesto de trabajo aunque fuera temporal. ¿Qué es economía verde? Ese es uno de los ejemplos aunque sencillo, usar los recursos naturales para crear riqueza local.

La forma tradicional sin embargo de hacer las cosas es lo ocurrido en el pasado puente de San José en el meandro Melero que el río Alagón hace en Riomalo de Abajo, alquería de Caminomorisco en las Hurdes. Una pista forestal proporcionaba a los coches de visitantes comodones el polvo suficiente para atufar a los pocos caminantes que preferían dejar el vehículo a distancia del mirador y andar los escasos tres kilómetros hasta la vista de la gran curva del río.

El resultado era un batiburrillo de peatones y automóviles, algunos de ellos grandes todoterrenos buenos tragones de carburante, situaciones peligrosas e incómodas, ruidos y molestias, con la conclusión de lo que nos está pasando: el cambio climático y calentamiento global progresan, los montes de Hurdes o valle de las Batuecas están cada vez más secos, mientras centenares de viajeros motorizados machacan los caminos echando por los tubos de escape gases efecto invernadero que contribuyen a la degradación del paisaje que visitan mediante la subida de temperaturas y alteraciones en los ciclos de lluvias.

El otro día conversaba de todo esto con una autoridad política de la provincia de Cáceres y sacábamos las mismas conclusiones: los parajes naturales bien conservados y tratados, como los parques nacionales del Pirineo, atraen a visitantes dispuestos a pagar por ello, en una economía verde -que el cuidado durante siglos de esas zonas revierta ahora en el mantenimiento y bienestar de una población local--, y circular en el sentido de que el dinero pasa de las nóminas de los obreros especializados en las grandes fábricas de las zonas industriales, a los bolsillos de los paisanos que cuidan por ellos de la biodiversidad.

Así que, solo por empezar, tomemos ejemplo de ese alcalde de la Vera y controlemos el acceso a nuestros mejores paisajes y valores, con aparcamientos o microbuses de pago para personas mayores, impedidas, o que sencillamente no quieran caminar, en la seguridad de que estamos añadiendo valor a lo que tenemos.

Esta es solo una pequeña mirada a esa Estrategia de la Economía Verde y Circular (EVyC) que este miércoles pasado se presentaba por fin en público. No seamos, una vez más, escépticos, o tacticistas en lo político; si nosotros no creemos en nuestras capacidades, en la posibilidad de reinventarnos y de vivir de lo que tenemos, ¿quién va a hacerlo? Para mí fue una alegría, y garantía, ver sentados en las primeras filas a responsables de la asociación conservacionista Adenex, que viene predicando la economía verde y circular, pero con poco éxito, hace muchos años.

Por el contrario no es alentador, aunque esperable, el silencio social sobrevenido tras esta propuesta de ideas, todos guardando las espaldas. Es más, cuando esta estrategia pase al ámbito político, a los partidos de la Asamblea a finales de abril, es de temer que los clichés, estrategias y argumentarios preestablecidos pretendan imponerse sobre lo que debería ser una tarea de construcción colectiva.