Un pretexto vale. Una excusa es suficiente. Cualquier razón es buena para volver a Extremadura. Para mí, lógicamente, como extremeño y cacereño es algo sencillo: familia, amigos, y todos esos anclajes sentimentales que nos vamos (afortunadamente) haciendo en la vida. O simplemente podría buscar un encuentro o un reencuentro. Reencontrarse con Cáceres siempre ha sido un ejercicio curioso para mí, que he vivido etapas de intenso amor-odio con la ciudad. El amor es así y así debe ser: amor fou, que dirían los franceses, amor loco. Porque si no es fou, me temo que no es ni fú ni fa.

De hecho podría volver hoy viernes, el último de este febrero huérfano de bisiestedad (sí, me lo acabo de inventar). O el próximo viernes. Ahora que lo pienso, claro, es mejor el próximo viernes 6. Porque tengo un encuentro. De hecho, ustedes también están invitados.

Esta semana me ha llegado una invitación al II Encuentro Literario del Valle del Jerte, en ese remanso de asombrosa quietud que es el pequeño pueblo de El Torno. Este encuentro tiene una pinta estupenda y como hilo conductor a la muy extremeña (y recordada) Dulce Chacón . Veamos: literatura, Jerte, tranquilidad. Tres puntos a favor. Súmenlo uno (bien grande) a los que no conozcan El Torno, su valle y la (ligeramente amenazante pero hipnótica) presencia de las esculturas de "el mirador de la memoria". Es lo mágico de Extremadura: es fácil encontrarse (o reencontrarse) con rincones inesperados.

Por cierto, indagando sobre sus orígenes, los promotores de este encuentro aseguran que además es una iniciativa privada con escasa ayuda desde los púlpitos públicos. A mí, en el fondo, me parece bien: el fácil recurso al dinero público debiera ser ya anacrónico. Todo lo que sustenta exclusivamente por fondos públicos no es más que artificio, que además tiene cierta tendencia a derivarse en propaganda. Que calificaría de barata si no saliera de nuestros impuestos, lo cierto es que, a pesar de eso, existen múltiples formas de apoyo y colaboración que no se basan sólo en el parné. Porque si hay lugares donde lo público debe intervenir y no ausentarse, uno de ellos es la promoción cultural.

Pero les prometí ligereza allá arriba y no les voy a fallar. Estas líneas pretenden sólo ser un pasatiempo de viernes, no dejar reflexiones políticas de hondo calado. Vamos, que es similar al debate sobre el estado de la nación: poco más que una meditación (conjunta) en voz alta. Decíamos que sirve un pretexto, que nos aprovecha una mera excusa. Pienso en aquellos que ni son extremeños ni tienen vínculo alguno con nuestra tierra. Siendo una región donde el turismo es una fuente alta de ingresos, no sobra esta pregunta: ¿Qué les lleva a ella? ¿Dónde nace la atracción?

XYA, AHORAx viene la retahíla de la gran desconocida, la incomparable belleza, la historia rezumando por sus piedras. Pero, eso (sin lo cual no tendríamos nada, cierto) no vale si no es conocido, publicitado. Por sí mismo, es valor (indudable) tiene poco precio. Para que alguien se encuentre (o reencuentre) con algo, alguien debe haberlo puesto ahí.

Y es indudable que Extremadura es una potencia cultural. Este año 2015 sin duda comandadas por una Cáceres en estado de gracia: nos desayunábamos esta semana con que Cáceres entraba por primera vez en el ranking de ciudades españolas por calidad cultural. Sumado a la capitalidad gastronómica (¿alguien duda que es cultura?), son un excelente altavoz para la ciudad y la región. Todas esas noticias, aunque tuvieran un deje de publirreportaje amañado, sirven para generar esa excusa, esa disculpa. Y el que viene a Extremadura rara vez sale decepcionado. Porque nosotros sabemos que encontrarse (o reencontrarse) es una suerte que se disfruta una y otra vez. Y, desde luego, la cultura como mástil del barco no suena mal.

Podríamos haber dicho que son más los encuentros que los desencuentros que tenemos y que eso debiera trasladarse a una política que parece querer subrayar unas diferencias y acentuar unas enemistades que precisamente una cultura común desmienten. Pero es viernes: encontrémonos con quién nos dé la real gana y dejemos la semana atrás. Y así cumpliré la petición de esas tres personas que me dijeron (o insinuaron) que, al menos, los números tuvieran menos peso en esta pequeña columna (y a ser posible, en mi cabeza). Pues eso: un artículo ligero.