Es probable que mañana, o quizá en la misma noche de hoy, algunos de los más sesudos analistas y buena parte de la gente mínimamente interesada en política mostrará su adversión con la fiabilidad de sondeos publicados. Anticipo que muchos de los reproches hacia los medios de comunicación y las empresas dedicadas a realizarlos son injustos por puro desconocimiento.

En Extremadura, desde algunos círculos se criticó que el resultado de las encuestas de intención de voto variaran tan sustancialmente en relación con el resultado de la última contienda política, la autonómica. Ninguna pronosticó la abrumadora victoria de Guillermo Fernández Vara sobre Carlos Floriano, pero es que no pretendían anticipar nada, sino simplemente informar sobre cuál era la tendencia.

El verdadero problema que induce al error es que se confunden términos. Una encuesta de intención de voto es una foto fija, que solamente refleja esa intención cuando son realizadas. "Las encuestas fallan; no son fiables", estoy harto de escuchar. Sí, sí, de acuerdo los sondeos fallan, pero no en su pronóstico porque, en realidad, no pronostican.

Lo que realmente no funciona, y que no muchos conocen realmente --incluso supuestos acreditados profesionales del periodismo-- es el método. Muchas encuestas se hacen sin rigor, sin tener en cuenta las más elementales reglas, con sucesivas chapuzas a la hora de seleccionar la base de la muestra, si realmente es aleatorio el sondeo, si los que lo han realizado están preparados...

Una encuesta de intención de voto es sólo eso, de intención. Los especialistas en la materia --que los hay, y muy buenos, en nuestro país-- están ya un poco hartos de explicar la cuestión, sin éxito.

*Periodista