TJtosé Antonio Griñán al que considero persona sensata y prudente, ha sido de los primeros en solicitar que si los ayuntamientos pueden endeudarse por qué no se van a poder endeudar las autonomías, lo que demuestra que la proximidad de las elecciones trastorna el juicio incluso de personas de trayectoria tan sosegada como la del presidente de la Junta de Andalucía.

El Banco de España ha advertido que desde el año 1995 las autonomías le han pillado tanto entusiasmo a lo de endeudarse que, en conjunto, van por cerca de 95.000 millones de euros, que viene a ser casi el 10% del Producto Interior Bruto. Sumemos a ese dinero y sus correspondientes intereses los de los ayuntamientos y tendremos un panorama que fue el que obligó no hace mucho a Elena Salgado a jurar por San Presupuesto que íbamos a apretarnos el cinturón y que íbamos a vigilar el déficit.

Desde luego, es muy duro, con elecciones a la puerta, no continuar obras, no emprender otras, recortar ayudas sociales, pero no hace nada hubo 48 horas de terror, porque nos podía suceder lo mismo que a Grecia. Comprendo a Griñán --al que le tengo personal simpatía-- porque a mí también me gustaría endeudarme si me dejaran, pero no me dejan, porque a los bancos no les merezco confianza. Pero mi problema no es importante, el problema de verdad es que si seguimos recaudando menos y empeñándonos en gastar lo mismo España no despertará la confianza de nadie, porque nadie les fía a los manirrotos. A no ser que nos endeudemos todos hasta la quiebra final, y nos despachen de la Unión Europea por derrochadores.