Después de varios años de bloqueo total a la producción de energía eólica en Extremadura, el Decreto 192/2005 ha abierto la puerta a este tipo de instalaciones destinadas a la producción de electricidad. Según la información leída en la prensa, 17 empresas han presentado proyectos para la instalación de 119 parques eólicos en Extremadura. Todos ellos evidentemente no se instalarán y ahora comienza el proceso de selección y el reparto de tan deseado pastel .

Una de las cuestiones más destacadas de este decreto es la obligación que tienen las empresas eléctricas de crear tres empleos estables y directos por cada megavatio de potencia que se vaya a instalar. Esto, sumado a la imagen de energía limpia que tiene la eólica, promete un principio y un final de cuento de hadas. Pero a veces las cosas no son lo que parecen y es posible que el pueblo no se beneficie directamente, sino al contrario, que se convierta en víctima, ya que nadie menciona los efectos secundarios de la mezcla de intereses políticos y económicos (los de las empresas eléctricas).

Aquí, como en otras tantas cosas de sumo interés para todos, lo primero que ha faltado y falta ahora mismo es el debate en la sociedad, en los pueblos. Y es que el asunto no tiene desperdicio. Estamos planteándonos sobre el papel hipotecar una parte de nuestro medio rural, igual que hace décadas se hizo con el plan forestal (con las nefastas consecuencias que ello ha provocado y sigue provocando) para destinarlo a suelo industrial puro y duro con instalaciones de gran impacto, tanto por los generadores, las pistas de acceso y la infraestructura de transporte de la energía.

Este debate debería iniciarse tomando como tema principal el de los potenciales puestos de trabajo que han de crearse según el decreto. Hay muchas preguntas en el aire que todo el mundo se hace, dado que la normativa no es muy clara en este aspecto. La falta de claridad puede hacer que todo esto se difumine y los puestos vayan a otros lugares o los ocupen otras personas distintas a las que todos creen. Además nadie comenta nada en relación a las actividades que pueden verse afectadas de forma negativa (como el turismo rural) o sobre la devaluación de las explotaciones cercanas a los parques.

XEL DEBATEx podía continuar con un asunto a priori menos interesante para el pueblo: la tan aclamada consideración de energía limpia y renovable que le han puesto como etiqueta a la eólica. ¿Desde cuándo se puede considerar a la energía eólica como limpia cuando sólo para construir y montar los macro-aerogeneradores hay que gastar una cuantiosa energía que se traduce directamente en importantes emisiones de CO2? Pero si solo fuera esto podríamos asumirlo. El problema es que al ser una energía que oscila con el viento es preciso compensar estos altibajos con electricidad producida por plantas térmicas (más CO2). Esto explica que a pesar de estar desarrollándose tan fuertemente la energía eólica sigan construyéndose centrales térmicas (hay varias previstas en Extremadura). Pero además al mantener en bajo régimen unas centrales térmicas para estabilizar la producción de los parques eólicos, emitimos más gases invernaderos a la atmósfera por Kwh producido, dado que éstas producen menos CO2 estando cerca de su máximo rendimiento. Y, por último, cuando el viento sopla muy fuerte hay que parar los aerogeneradores, ya que corren el riesgo de dañarse, pero no se paran del todo ya que tardarían horas para recalentarse y ponerse en fase con la red, por lo que hay que mantenerlos calentitos, consumiendo carbón o hidrocarburos sin producir electricidad alguna, y emitiendo más gases a la atmósfera. Todo esto hará que suba nuestra factura de la luz (como ha ocurrido en Dinamarca) y eso sí que lo notarán los bolsillos de los consumidores.

Para terminar, aportaría dos cuestiones más al debate propuesto:

¿Por qué países como Holanda, Reino Unido, Dinamarca, Estonia, Estados Unidos y Alemania, han dejado de lado (o se han propuesto hacerlo) la energía eólica? Por el coste financiero y social: más centrales térmicas, más CO2, más cara la energía, etcétera.

Si todo esto es así de evidente, ¿Por qué países como España siguen instalando aerogeneradores en sus montañas? Porque hay mucho dinero de Europa que viene en forma de subvenciones y es un chollo montar los parques.

En definitiva, es necesario este debate y las entidades públicas deberían fomentarlo, porque con ello nos jugamos nuestro futuro y, lo que es más importante, el de nuestros hijos.

*Abogado