Dicen que los muertos no hablan. Eso no es verdad, yo he hablado con ellos. Mi primera conversación la tuve cuando tan sólo tenía quince años. Era el verano del 86, me encontraba de vacaciones en San Javier (Murcia), a falta de amigos con quien poder pasar la tarde, la mayoría las pasaba leyendo en el balcón de la casa que mis padres habían alquilado. Allí, junto a mí, siempre estaba mi padre, sentado en una especie de sofá reclinable. Durante los cortos espacios de tiempo que se esforzaba en actuar con entereza casi conseguía hacerme creer que no tenía una enfermedad letal, que todo eso que le estaba pasando era transitorio y que aún se encontraba en el mundo de los vivos. Pero no, era tan sólo una farsa, ya que la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) le había condenado irremediablemente a morir de una manera fatal. En diciembre de ese mismo año murió completamente .

La segunda conversación la tuve hace unos tres años. Era verano. Algunas tardes las pasaba junto a mi hermana en el jardín de su casa. Al igual que mi padre, también ella estaba casi siempre sentada en un sofá reclinable. Y como si la historia se repitiese una y otra vez, muchas veces también se esforzaba en hacerme creer que aún estaba viva. Pero era otro farsa más, en agosto de ese mismo año la ELA le ganó la batalla definitivamente y murió con tan solo 44 años.

Recuerdo, siempre con lágrimas en los ojos, sus expresiones: una especie de padecimiento en silencio pensando quizás en su mala suerte. Y nunca olvidaré que entre alguna despedazada frase y unas palabras indescifrables siempre se les escapaba una pequeña lágrima de resignación.

Ojalá nunca más tenga que hablar con los muertos y mucho menos que alguien tenga que hablar conmigo. Luchemos contra la ELA ( Esclerosis Lateral Amiotrófica). En memoria de Antonio Martín Manzanares (56) y María Victoria Martín Alegría(44).

Antonio Martín Alegría **

Badajoz