XSxeguramente, con los comentarios de la boda real, podríamos hacer una biblioteca, si no excelsa, por sus saberes, sí considerable por su dimensión.

Vaya por delante, antes de confesar mi vocación republicana, que uno es un firme defensor de la monarquía que nuestra Constitución consagra, y es fiel a las promesas solemnes y públicas en las que se ha comprometido a su defensa. Ha sido, y es, deseo de nuestro pueblo el simbolizar en la figura de un Rey la representación máxima de nuestro Estado, y por lo tanto, de Estado es todo lo que atañe al Rey y a sus herederos. Entendida así la cuestión, que es como creo debemos entenderla, no es el Rey, sino el pueblo español el que casa a su heredero, y mandamos a su padre, el Rey, a que nos represente, sea dicho todo esto con afecto y respeto. Como somos un país democrático y por lo tanto libre, libres son todos los ciudadanos, sin excepción alguna, y libre ha sido el ciudadano Felipe , Príncipe de Asturias y heredero de la Corona, para elegir compañera y rito matrimonial. Pero, de todas formas, símbolo es y alguna simbología hay que encontrar en estos fastos.

Sin caer en la crónica rosa, que a juzgar por lo que pagan, todas las plumas deben ser excelsas, y evitando como es natural, por otro lado, no dejarse demasiadas plumas , sí pienso que deberíamos aceptar con mayor naturalidad, y algo más de contención pública, la personalísima decisión de casarse con quien quiera, quiera ella y quiera él, se entiende. Bueno estaría, que en un país libre, el llamado a ser por imperativo constitucional, símbolo de este país, se le cercenara su propia libertad en un asunto de tanta importancia personal. Lo demás en este aspecto, son nostalgias de la violetera, de ¿dónde vas triste de ti? O falso glamour de miel y pimienta para incrementar las cuentas corrientes de alguna que otra editora y de algún que otro u otra, periodista.

Tampoco debemos extrañarnos que un acto tan relevante, tenga una ceremonia de campanillas, en la que los Estados del mundo, mandan a sus más cualificados representantes y a nosotros nos toca ser sus anfitriones. Cualquier momento es bueno para estrechar los lazos de paz entre los pueblos, y, una boda, por su propia naturaleza, resulta un escenario inmejorable. Así que, todos de enhorabuena, y pasada la boda a descansar, que bien merecido lo tienen, porque hay que ver que son cansadas las bodas, la verdad es que la egregia pareja tiene que estar molida, y, o es ilusión mía, que puede que lo sea, pero encuentro que hasta la futura Reina ha adelgazado, y no es extraño con tanta ida y venida. Al Príncipe hay que felicitarle, por muchas cosas, pero destacaríamos dos, que demuestran talante y comportamiento. Una la elección de la novia, otra, muy relacionada con la primera, pero que tiene consistencia propia, y que la intuyo como un símbolo, es su carácter moderno y rupturista, con modelos de comportamientos monárquicos y anacrónicos.

Esta Monarquía, afortunadamente, es por otro lado la voluntad de nuestro pueblo, y nosotros somos salvaguarda y dueños de todo, está muy alejada, de los decadentes salones vieneses, en donde reinaban los monarcas austro-húngaros. Y es una bendición que estén alejados de estos salones, de cuyas tentaciones Dios nos aleje de ellos. Porque en los salones de la monarquía austro-húngara hasta los valses sonaban peor.

Ciudadana Letizia , Ciudadano Felipe , Príncipes de España, ¡Que seáis muy felices!

*Ingeniero