TLtos defensores y adalides del "neoliberalismo" y del "capitalismo" han llegado a la conclusión de que todas las posturas políticas o económicas que no comulguen con sus propias ideas son "populismos" radicales --de derechas o de izquierdas-- y deben ser denostados, marginados, insultados y puestos "fuera de combate" en los próximos procesos electorales. Para este propósito no cuentan con la complicidad de la RAE ni del Diccionario de la Lengua Castellana, pues en la totalidad de las acepciones que una y otro hacen de este término siempre resaltan que "populismo" es la tendencia o propósito de interesarse por los problemas del pueblo para solucionarlos. Aunque, a veces, las soluciones suenen a "utopías" o vayan encaminadas a exaltar valores y posturas que despierten el "terror" de las empresas eléctricas, de los fondos de especulación financiera o de los bancos; con amplias y marcadas simpatías entre los vecinos.

En el diccionario "privado" --¡siempre la obsesión de privatizar!-- que emplean los defensores del conservadurismo neoliberal, el "populismo" es, simplemente, intentar engañar a la gente, a los ciudadanos y a los votantes, para que no den su apoyo en las urnas a personajes pintorescos, nacidos de la nada, sin "padrinos" reconocidos de las castas políticas consagradas; que propugnan en su discurso las ideas reivindicativas de los indignados; las ideas de justicia de los desahuciados, las protestas de los embaucados para que invirtieran sus ahorros en fondos fraudulentos y especulativos. Que recogen las voces de los ciudadanos desengañados de la práctica política, etc.

Todo para evitar que lleguen al poder e intenten ocupar las mismas poltronas que llevan años ocupadas por los actuales gestores políticos, herederos y defensores de aquellos estamentos que intentaron una "transición democrática", en una España crédula e ingenua a la que consiguieron convertir en "plutocrática" y castiza, a base de generalizar la corrupción, el desbarajuste administrativo y el "enchufismo" más desvergonzado: ¡La España conservadora!

XEN REALIDADx es difícil saber, a ciencia cierta, lo que sea el "populismo"; pero por su propio nombre, el Partido Popular debe ser el más populista de los actuales, ya que lo lleva en el apellido. Y si se trata de ofrecer promesas y agasajos que engatusen al pueblo, que le adulen y exalten como "pueblo escogido", como primera potencia económica de Europa, como defensor de los valores más genuinos de la Religión Católica, etc. nadie lo ha hecho con tanto entusiasmo como este mismo Partido en las pocas ocasiones en las que ha ganado una Elecciones Generales. Ya que a nivel local y autonómico, donde se fabrican "clientelas" con mayor facilidad y eficacia, siguen prefiriendo los viejos sistemas del "caciquismo", del "amiguismo" y de las clientelas estamentales; que, además, son más duraderas al pasar de padres a hijos.

Al final --como siempre ocurre en estos medios políticos defectuosos-- el verdadero pueblo solamente es útil, de cuatro en cuatro años, para afianzar los resortes del poder en las mismas manos; o para arrebatárselos al contrario con falsas promesas, con engaños y con procedimientos espurios para obtener votos. Después, se abandona el "populismo" y se abandona al pueblo; siempre ingenuo y un tanto crédulo. Pues cree que votar le da derecho a exigir libertades, garantías sociales y servicios estatales.

El "slogan" preferido del "patriarcal" Manuel Fraga --fundador primero de Alianza Popular y después del Partido Popular-- era: "¡La calle es mía!"; que viene a ser el meollo de cualquier postura "populista", como después se demostró.

Para llegar al Gobierno de la nación y derrotar al PSOE en las Elecciones Generales de 1996, hubo que recurrir a la "prensa amarilla" y organizar un contubernio semisecreto de distintos "lobbies" y "camarillas" que hicieran posible desprestigiar al socialismo, como sistema político volcado en el bienestar social, y colocar en su lugar a un partido nuevo --Popular o "populista"-- que acabó imponiendo en ocho años los procedimientos más efectivos y contundentes para abolir el Estado Social y reemplazarlo por un enorme negocio de concesiones administrativas, privatizaciones empresariales, almoneda nacional de costas y solares urbanizables, etc. Con lo que, a base de crear grandes "burbujas" de especulación inversora, de blanqueo de capitales y de evasiones fiscales, consiguió equilibrar la "deuda exterior", aumentar notablemente la "interior" de familias y trabajadores y malbaratar los parámetros de una nación que estaba intentando ser justa y eficiente.

La secuencia se ha repetido en 2011; pero ahora con el agravante de que no ha habido ninguna recuperación de la "deuda exterior" y han estallado todas las "burbujas". No ha quedado nada para vender; pero aún quedan fondos para apropiaciones indebidas, cohechos y malversaciones.