Hoy en día, sentirse seguro y estar sereno y lleno de confianza son los estados de ánimo que cualquier ser humano ansía alcanzar y perpetuar. Pero cuando se invaden cordones de seguridad teóricamente infranqueables, ciertas eminencias rodeadas de cofradías armadas bajo túnicas quedan burladas y los controles de vigilancia extremadamente precisos son embaucados, surge una nueva pregunta existencial: ¿quién está seguro? Si desde el 11 de septiembre del 2001 las reglas del juego aéreo incorporaron estrictas normativas para paliar la desconfianza del acompañante aleatorio de vuelo, tras el último episodio ocurrido en Detroit se plantea un posible inconveniente que conviene interpretar e ir empezando a digerir: ¿quién, para coger un avión, accederá a someterse a un desnudo integral ante unos desconocidos uniformados y armados hasta los dientes?

Tengo un amigo navarro que ha desarrollado un invento que, a lo mejor, pronto adquirirán los obsesos sexuales. Se trata de un aparato que escanea a distancia cualquier objetivo sexual. El escáner es un avance para la ciencia, pero supone un lastre para la intimidad del ser humano. A partir de ahora, y no solo en los aeropuertos, nadie estará vestido aunque lleve ropa encima. El lado positivo del ingenio, además de los aplicables a la medicina, es que provocará el honrado destape paulatino y la derrota del falso pudor de una sociedad que asistirá a la hipócrita evolución del disfraz. Adán y Eva estaban seguros de sí mismos, aunque desconfiaban el uno del otro y no escondían nada bajo sus ropajes, que solo necesitaban en días de frío. La utilidad de la ciencia es evolutiva cuando se realiza sin mermar la naturaleza y la libertad y sin crear falsas necesidades.

Oscar Molero Espinosa **

Correo electrónico