Dramaturgo

Mi amigo Paco, conciencia y crítica sempiterna de este dramaturgo imperfecto, me quita importancia a ciertos desaires: "¿Cómo te va a dar la enhorabuena Lisardo, si lleva muerto dos años?". Es malo envejecer, amigo Paco, porque resucitamos muertos y matamos vivos. "¿Cómo quieres que te salude Marcial, si no te conoce de nada?". Es horrible envejecer, amigo Paco, porque saludamos a quienes no conocemos e ignoramos a los conocidos. "¿Cómo quieres que te quieran los que no quieren quererte?". Pues llevas razón, mi más entrañable amigo, porque en las cosas del querer no prevalece la voluntad de uno solo. "La envidia no perdona el éxito, pero perdona menos el fracaso". Y tiene razón Paco, mucha. La envidia es el único elemento capaz de fabricar máscaras y mudar rostros en apenas segundos. Máscaras del por delante y muecas del por detrás. Máscaras de reír y de llorar, comedia y tragedia y mucho "ahí te pudras".

Antes vibraba uno con lo de "mi enhorabuena" y vibraba mucho más con el "te quiero", hoy, cuando soy incapaz de diferenciar comedia o tragedia, me conformo como W. Allen con estas dos palabras: "Es benigno". Hoy, cuando empiezo a dudar de las palmadas que me golpean y miro el líquido que moja mis manos para saber si es whisky o sangre, la única sonrisa que me tranquiliza es la de mis hijos (y sé que llegará el día en el que aprendan a fingir, tal y como yo, dramaturgo imperfecto, hice con mis padres). Me gusta que haya envidias por doquier, así sabré de quienes están vivos o muertos, de quienes conozco e ignoro, de quienes quieren quererme o no quieren, amigo Paco, leal, inamovible, certero y presente.