XIxn extremis se llegó a un acuerdo en la Cumbre del Consejo Europeo para la negociación de los presupuestos que abarcará el periodo que se corresponde con los años desde el 2007 al 2013. Tras arduas sesiones negociadoras España mantiene un saldo positivo a su favor de 16.000 millones de euros para este periodo, lo que significa una cantidad considerablemente inferior si la comparamos con presupuestos anteriores, y una cifra más aceptable que las inicialmente ofertadas. Varios han sido los factores a tener en cuenta a la hora de valorar el resultado de estas negociaciones; en primer lugar la situación económica de España es muy diferente a la de hace quince años. Lo conseguido por el Gobierno socialista en 1991 y por el de los populares en 1999 fue algo que ya pasó a la historia, pues afortunadamente la situación actual española, no es comprable con la de entonces y por lo tanto aquellas cifras no pueden servirnos como referencia. Pero ésta no es la única variable, la incorporación de diez nuevos socios, cuya situación está muy por debajo de la del resto; reclama un tratamiento diferencial similar al que se llevó a cabo con España, Portugal, Grecia e Irlanda. Gran parte de los recursos deben destinarse a apoyar estas nuevas economías integradas, pero este hecho, tiene también una repercusión negativa sobre aquellos países que hasta ahora eran receptores, al verse sus cantidades netas diluidas entre un mayor número de países. Una tercera cuestión es la diferente situación que vive en la actualidad la economía de Alemania, tras la reunificación, y la de Francia, ambas están atravesando por una zona de escaso crecimiento, lo que lleva a que estos países de hondas raíces europeístas, den prioridad a la resolución de sus problemas internos. La idea de Europa, en el corto plazo, ha pasado para ellos a un segundo plano, ante la necesidad de dar respuestas a sus deficitarias situaciones económicas internas. El caso del Reino Unido es diferente, no quieren quedarse fuera, pero tampoco se entusiasman por entrar.

El fracaso de la Constitución europea en alguno de los países donde fue votada, ha sido interpretada en clave de que se rechazaba el proyecto en base a la convicción de que estos países aportan más de lo que realmente reciben; esto, ha llevado a que sus gobernantes sean más cautos a la hora de negociar los nuevos presupuestos. Su pretensión ahora es la de aumentar lo menos posible sus aportaciones, y que el peso recaiga mayoritariamente sobre aquellos países receptores de las antiguas ayudas. Otros, sin embargo, planteaban que estos nuevos gastos corrieran a cargo de todos, de una manera proporcional según sus rentas; lo que equivaldría a disminuir el cheque británico que suponía la recuperación de las dos terceras partes de sus aportaciones netas, por carecer su agricultura de apoyos; algunos países como España pretendían que esta rebaja se realizara de una forma gradual. A la vista de lo acaecido podemos afirmar que el coste de la ampliación se hará básicamente con cargo a los recortes de los antiguos receptores, a una parte que se la ha podido laminar al cheque británico, y a algunas restricciones respecto al gasto presupuestario propuesto por la Eurocámara. Aquella idea de una Europa común, con un proyecto hacia un nuevo orden, se ha visto devaluada por este cúmulo de circunstancias, y ha provocado un cambio de tendencia hacia un carácter más economicista, más tecnócrata y pragmático, con unas maniobras reorientadas más hacia el ámbito de lo doméstico, que hacia el afianzamiento real del proyecto de la Unión; a lo que hay que añadir la característica tibieza británica. La merma en este saldo neto, sitúa a España en una digna la clase media, y aunque estos recortes entraban dentro de lo previsto, no van a impedir unas consecuencias negativas en el corto y medio plazo, que habrán de ser tenidas en cuenta para evitar males mayores, utilizando un tipo de política presupuestaria menos expansiva, aprovechando ahora que estamos en una coyuntura de crecimiento y como prevención para cuando esto no sea así.

A pesar de lo manifestado por las autoridades regionales, en el sentido de que Extremadura seguirá siendo región objetivo uno y continuará recibiendo fondos estructurales, aquí lo que se plantea es cómo va a verse afectada la economía de nuestra región con estas reducciones, y cómo se realizará la redistribución de estos nuevos fondos dentro de las diferentes comunidades, habida cuenta que las transferencias se harán desde Bruselas a Madrid, y sobre todo cómo van a quedar las ayudas destinadas al sector agropecuario, ante el nuevo viraje que va a tomar la cultura de la subvención.

Hemos de tener en cuenta que en este debate entraban en juego, por un lado la continuidad del proyecto de Unión Europea, en una situación tambaleante, por otro la solidaridad hacia unos países de economía emergente; había que salvar los muebles en una situación no todo lo favorable que hubiera sido de desear. Este recorte de fondos, va a tener una repercusión negativa en un horizonte inmediato, cabe preguntarse cuál será su efecto sobre las infraestructuras, sobre el descenso del PIB y sobre nuestros modos de vida, y qué tipo de políticas se van a aplicar para diluir, de la menor forma posible, este efecto.

*Profesor