XExntre las primeras lecciones de Física que reciben nuestros adolescentes que cursan enseñanza media, está la de los equilibrios existentes en la Naturaleza, sus clases, definición y evolución. El recordatorio de los conceptos y su traslación al panorama político actual, puede resultar tan necesario como ilustrativo. Son tres las posibles clases de equilibrio: estable, inestable e indiferente. Cuando un sistema físico o político, está en equilibrio estable y una acción externa le altera esta situación, el sistema inmediatamente reacciona, corrige lo que haya que corregir y recupera su primitiva posición. Cuando el equilibrio es inestable, perdida la situación de equilibrio éste no se recupera, y lo que es peor va empeorando paulatinamente y siendo cada vez más inestable.

Si el equilibrio es indiferente, la solidez del sistema, por el peso y ubicación de su centro de gravedad, impide que éste sea desequilibrado.

La cuestión más básica de la política española en estos momentos es, sin duda, la dinámica respecto a la estructura territorial del Estado. A gran parte de la ciudadanía nos gustaría que éste fuese un asunto ya cerrado, máxime cuando las competencias transferidas a las CCAA son tantas y tan importantes que el autogobierno de las mismas está asegurado, en algunos casos como los de Cataluña y Euskadi, los niveles de autogobierno no tienen parangón con los de ninguna región de Europa e incluso de fuera de ella. Llegado a este punto, restarían por introducir elementos de coordinación y representatividad que se abordarían en la reforma del Senado. El deseable, prácticamente imprescindible, acuerdo en esta cuestión, entre PSOE y PP, de delimitar y cerrar el marco estatutario, blindándolo con este consenso explícito, junto al mantenimiento de la soberanía de las Cortes Españolas, Congreso y Senado, sobre todos los territorios del Estado, nos llevaría a la muy deseable situación de equilibrio estable. Voces de importantes líderes del PSOE, como Bono e Ibarra entre otros, se están viendo obligados a explicitar posiciones que compensen otras actuaciones, que no van precisamente en la dirección de un equilibrio estable. Afortunada es la metáfora de Bono, al recordarnos que ni Soria, ni Albacete pueden hacerse independientes si no se lo aprueba el pueblo español en su conjunto y altamente significativa es la intervención de Ibarra, cuando alerta de la peligrosa deriva nacionalista de algunos sectores del PSOE a costa de valores esenciales del socialismo, como son la solidaridad y la preocupación social. Estas son voces compartidas por un número muy alto muy alto de militantes del PSOE y por otro mucho mayor de votantes socialistas.

El jugar con las palabras, arguyendo razones de oportunidad, nos conduce a un equilibrio inestable no deseado por la mayoría de los ciudadanos. Los términos, nación, nacionalidad o comunidad nacional, nada añaden al campo de las competencias y libertades, como elementos simbolices de singularidad territorial o histórica, y sin embargo levantan lógicos y fuertes recelos por la deriva que se puede producir de los mismos. Si la intención al intentarlos introducir es la de ser consecuente con lo que significa nación o nacionalidad, entonces su introducción es imposible con la Constitución en la mano.

Es humano que en los territorios de especial dificultad, como es el caso de Euskadi, se intenten fórmulas que pudieran mejorar el panorama electoral, pero este legítimo oportunismo nunca debe hacerse mediante la introducción de terminologías equívocas, en asuntos de tan alta sensibilidad. La mayor del PSOE de Euskadi es su voluntad de ser España y españoles, ciertamente en feliz coincidencia con el PP, y resulta magnífico y consolador que esta coincidencia exista. Algo similar podríamos decir de los federados del PSC, y aunque aquí la historia es más compleja, las bases del PSC-PSOE, se sienten igualmente españolas y si hay dudas se las puede consultar. El equilibrio estable es la única garantía de futuro.

*Ingeniero y director general de

Desarrollo Rural del Ministerio de

Agricultura, Pesca y Alimentación