WAw l nombrar a los responsables de su equipo de seguridad y diplomacia, el presidente electo de los Estados Unidos, Barack Obama, ha puesto sordina a la retórica de la campaña electoral y ha ofrecido una nueva lección de prudencia, pragmatismo y confianza en sí mismo, y de su pretensión de unir a los compatriotas más que dividirlos por sus inclinaciones partidistas. Y de primar la competencia por encima de los apriorismos sectarios. Las pruebas de esa disposición son concluyentes y bien podrían tomarse como ejemplo en otras latitudes donde campea la partitocracia: su rival más enconada, la senadora Hillary Clinton, fue designada secretaria de Estado, pese a la sombra inquietante de su marido, de sus discrepancias sobre asuntos como el de Irak y de que ese cargo es, con excepción del presidente, el de mayor visibilidad internacional. Además, la Secretaría de Defensa seguirá en manos de Robert Gates, estrecho colaborador del presidente Bush, y el asesor de Seguridad Nacional será un general de Marines, James L. Jones, amigo del senador McCain, su contrincante en la carrera por la Casa Blanca.

Algunos piensan que es un equipo excesivamente heterogéneo para un país que libra dos guerras y afronta numerosas crisis en un mundo turbulento, pero se tranquilizan al comprobar que estará integrado por personalidades fuertes que pudiéramos definir como centristas y pragmáticas, muy alejadas del doctrinarismo característico de los neoconservadores que han rodeado durante 8 años a Bush y que han acabado militarizando la política exterior estadounidense hasta lo grotesco. Obama argumentó sus decisiones al manifestar su firme voluntad de cambiar el curso de la acción exterior, a fin de que el músculo militar y la diplomacia sean debidamente realzados por "el poder del ejemplo moral". Y aclaró que la diversidad de opiniones garantiza la discusión fructífera y evita la formación de camarillas en un ambiente de exuberante producción intelectual y fuertes presiones en torno al Congreso.

Tras ponderar los argumentos y las habilidades del presidente electo, cabe añadir que el acierto de su equipo deberá ser corroborado por los hechos. El "equipo de los rivales", convertido en cerebro de la política exterior, necesita moverse en un marco estable de coherencia intelectual y disponer de una hoja de ruta para proseguir el combate "contra aquellos que matan a civiles inocentes para imponer su odioso extremismo", palabras de Obama que se interpretan como su nueva definición del terrorismo, lo bastante flexible como para recibir la colaboración de los aliados. Obama impulsará ese plan para desmilitarizar la diplomacia y será el máximo responsable de sus resultados. Su presidencia será juzgada en un escenario globalizado