WLw a insólita capacidad del depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, para encadenar errores, después de tener a toda la comunidad internacional de su parte, convirtió, primero, la legítima oposición al golpe en un sainete y ahora va camino de desencadenar una tragedia. Los heridos y detenidos ayer en dos bloqueos de carreteras montados por los partidarios de Zelaya hacen temer lo peor, mientras el presunto líder de los protestatarios del movimiento Frente de Resistencia contra el Golpe acampa junto a la frontera, en territorio nicaragüense, sin obtener mayores resultados. La verdad es que el momento dulce de Zelaya ya pasó y el acompañamiento que este se ha buscado, mezcla de folclore y diplomacia chavista, no resiste el menor análisis.

Ni la solidaridad de la OEA, ni el compromiso de Estados Unidos, ni las gestiones del presidente de Costa Rica han dado otro fruto que el encastillamiento de las partes, con clara ventaja para Roberto Micheletti. Porque las sanciones impuestas a los golpistas han tenido un efecto secundario y los despropósitos de Zelaya y su corte, en cambio, han desgastado enormemente su causa. Si alguna prueba hacía falta de que llevar razón no es suficiente, ahí están las declaraciones de los últimos días de la secretaria de Estado Hillary Clinton, que ha lamentado la tendencia de Zelaya a la gesticulación. Una forma apenas encubierta de advertir que la Administración de Obama está dispuesta a defender el principio de legalidad, pero no hasta el extremo de quedar atrapada en un conflicto cuya gestión escapa a todas las convenciones.