XLxos recursos estilísticos son innumerables en una lengua: hipérbatos, perífrafis, onomatopeyas, sinécdoques, pleonasmos... Los nombres se las traen, también es verdad, pero utilizarlos con mesura puede, además de embellecer la expresión, ser un rasgo de cultura, una marca distintiva y elitista o, cuando se exceden ciertas pautas, además de aupar al escritor por encima de la plebe, dejarle ahí arriba, muy contento, pero más solo que la una, por insoportable.

El personal, que, aunque compra, lee bastante poco, suele imitar a los personajes públicos que considera importantes, sobre todo a los políticos. Se identifica cargo con formación intelectual y ahí empieza el problema. Así, nos encontramos con que en cada época de la reciente historia de nuestro país, ocho de cada diez ciudadanos han hablado con los llamados latiguillos propios de la oratoria dominante.

Si en un tiempo fue el puedo prometer y prometo , pronto se abandonó por la cuota parte ... o el de alguna manera aplicados sin cuento, medida ni oportunidad, de modo que el café lo tomábamos a las once porque de alguna manera teníamos derecho, o, en algunas familias, el padre o la madre se enorgullecían de haber hecho comprender a sus hijos que cada uno tenía que asumir su cuota parte a la hora de poner la mesa.

Llegó después, directamente de la capital, Madrid, el famosísimo y modernísimo para nada . Sustituto del en absoluto , o del más juvenil paso , en toda tertulia, entrevista o intervención personal en los medios de comunicación, sin que nadie preguntara para qué, casi todo el mundo reforzaba la negación con el categórico despropósito. Ahí siguen.

En medio, el maldito de que estuvo a punto de acabar con los nervios de más de uno. Tanto, que el terror al mal uso de la preposición ha llevado a muchos a estar seguro que , convencido que o a tener miedo que .

Apareció luego ese galicismo, marca de la casa aznariana, a día de hoy , el aujourd´hui francés y ahí se ha quedado, para ocupar un poco más de tiempo cuando enfoque la cámara televisiva. A mí sigue sonándome a informe contable, sinceramente.

Y, por último, en el número uno de este hit parade de clásicos de la memez, he aquí, inmerso en cualquier frase como muestra de un ímpetu pedagógico irrefrenable, dejando fuera de toda duda cualquier enunciado, redondeando irrefutablemente el esfuerzo imaginativo del hablante, la locución por excelencia, el paradigma de la claridad y de la elocuencia, el Lo que es .

Vamos a arreglar lo que es la avenida, he comprado lo que es un libro, en este organismo tramitamos lo que son las solicitudes de, en urgencias entran lo que son casos urgentes, a mi marido le gusta lo que es la carne de cerdo... Hace unos días, en el informativo local de televisión, entrevistaban a un representante de una ONG. En una sola respuesta, el mozo colocó ¡16 veces!, el apósito. Y hoy mismo, en un programa de cocina, un cocinero aficionado ha cortado lo que es la cebolla, ha rellenado lo que son los calamares, ha picado fino lo que es el jamón y así hasta el final de lo que era la receta.

En vista de lo cual, un servidor, lo que es leer o escuchar, se niega a hacerlo si lo que es el personal no atiende a lo que son las normas mínimas para lo que es la convivencia. O sea, si no respetamos lo que es el lenguaje para mantener sana lo que es la entendedera. Cuestión de lo que es salud mental, vaya. Que de todo esto escribió el maestro, don Fernando Lázaro Carreter , con autoridad, ironía y elegancia, es algo sabido. Pero parece que, desde su desaparición, muchos se han sentido libres de sus dardos y con licencia para destrozar nuestro bien común más preciado, el español. Nunca está de más recordarlo.

*Profesor