Con todo merecimiento, tras hacer el mejor partido del campeonato, España alcanzó por primera vez en la historia la final del Mundial de fútbol. La clasificación se obtuvo ante un rival bastante peligroso, quehabía desplegado hasta ahora el mejor fútbol del torneo, pero que ayer se inclinó ante una selección española muy superior, a la que no supo jugar en la misma línea que lo había hecho con sus anteriores rivales.

España jugó más que nunca con el estilo del Barça, ese fútbol de toque que los impacientes o los añorantes de la furia habían empezado a cuestionar, sobre todo tras la derrota en el partido del debut del combinado nacional, cuando perdimos contras Suiza. Como también cuestionaron a Del Bosque, un técnico que no se ha dejado manipular y que nunca ha querido entrar el guerras partidistas. La victoria fue conseguida gracias a un gol logrado de cabeza por Puyol, que en un arranque de furia alojó el balón en la red a la salida de un córner.

Todo el equipo brilló a gran altura, y las líneas estuvieron perfectamente sincronizadas, logrando poner en práctica la táctica de los ´jugones´ que tantos éxitos nos está dando. No hay que olvidar al capitán Casillas, un extraordinario portero que ha superado en este Mundial una presión personal excesiva por un aspecto de su vida privada que algunos medios de comunicación han decidido no respetar.

España jugará el domingo la final contra Holanda, una selección que cultiva también el fútbol de toque y que cuenta con jugadores que en campañas anteriores lo hicieron en España, sobre todo en el Real Madrid y en el Barcelona. Será una final europea --la primera de este tipo en un Mundial jugado fuera del continente--, precisamente en un torneo que se inició con un dominio aplastante de las selecciones americanas y que, pese a ser el primero en celebrarse en Africa, no ha podido confirmar el carácter emergente del fútbol africano. Aunque cada vez más futbolistas africanos triunfan en equipos europeos, solo una selección del continente, Ghana, pudo llegar a los cuartos de final.

Un país de la vieja Europa, pues, será el nuevo campeón del mundo. España u Holanda tendrán esa oportunidad única. Lo sabremos el domingo, y ojalá sea la selección española la que se lleve el ansiado trofeo dorado. Mientras llega ese momento, solo deseamos que el legítimo orgullo no se transmute en ese patrioterismo trasnochado que algunos son incapaces de reprimir cada vez que se alcanza un logro deportivo.