WEwl cuadro clínico que presenta la economía española es, con datos objetivos hasta el pasado mes de junio, coincidiendo con el cierre del primer semestre del año, de los que aconsejan mantener al paciente en un tratamiento intensivo. La única mejora que puede apreciarse, valga la contradicción, es que está empeorando más lentamente.

El Instituto Nacional de Estadística difundió el pasado jueves el ajuste de la evolución de los principales indicadores durante el segundo trimestre del año: es el cuarto consecutivo en recesión que sufre la economía española. Y el viernes se conoció que la inflación ha seguido este mes de agosto en registros negativos, aunque remontó seis décimas respecto de julio y ahora es del -0,8% interanual, confirmación del peso determinante de los carburantes hace un año. Pero el dato más profusamente usado, por ser el más revelador, es el de una recesión acumulada del PIB del 4,2% en un año.

Consuela, aunque muy poco, conocer que algunos países de nuestro entorno han llegado a acumular tasas negativas que están por encima de la española. Si nos fijamos solamente en los países que comparten el euro, la media del retroceso interanual es del 4,6%, algo mayor que la española. No obstante, el dato más revelador es que Alemania y Francia ya registran tasas de crecimiento absoluto, aunque sean por ahora muy tímidas.

Ello tiene una doble lectura desde la óptica de nuestro país. La positiva, que si nuestros principales clientes se recuperan, puede haber estímulo exterior para nuestra economía. Pero tampoco andan desencaminados quienes insisten en el aspecto negativo de que España tiene unos déficits propios que hacen difícil pensar que podrá seguir más pronto que tarde la senda de la recuperación que ya se atisba en otros países de la Unión Europea.

Lo que ha ocurrido entre los meses de abril y junio cierra un ciclo que se abrió a las pocas semanas de las elecciones generales de marzo del 2008. Hasta entonces no se presagiaba que en un año iban a perder el empleo casi 1,4 millones de españoles, y que esa merma no iba a quedar limitada al sector de la construcción. También en el sector de la industria se están destruyendo muchos empleos. El factor psicológico ha hecho el resto: las familias que están más endeudadas y que están temerosas de su futuro laboral, caída del consumo y, tras él, de la producción y la inversión. Y en un contexto de inflación y tipos de interés que también están bajo mínimos.

Las causas de cómo ha llegado a estar tan deprimida la economía española ya están más que descritas y que el verano haya ido mejor apenas cambia nada de cara al futuro económico a la vuelta del verano. Nuestro problema, ahora, es que iniciamos el periodo posvacacional con más deberes pendientes.