XPxor una vez los políticos (que siempre se atribuyen algún tipo de triunfo, aunque pierdan) están esencialmente de acuerdo. Algo va mal en la Unión Europea cuando, en unas elecciones que cada vez tienen mayor importancia --porque el Parlamento de Estrasburgo tiene más decisión--, algo más de la mitad de los votantes europeos se abstienen. Pueden ir mal muchas cosas. Para algunos (y no euroescépticos) la excesiva prisa en las ampliaciones de la Unión. Si 15 tienen problemas, ¿cómo no los tendrán --sin solucionar aún esos anteriores-- 25? Pero creo que hay algo de más fondo, y por ello más inquietante.

La actual Unión Europea nació como una Comunidad Económica. Los puros llaman a esa unión económica la Europa de los mercaderes y acaso tengan razón. Pero eso es lo que mejor funciona y eso es, sobre todo, lo que la gente, el europeo medio, entiende mejor. Uniendo nuestras economías y nuestra moneda seremos más fuertes y viviremos más prósperos.

Ahora bien, ¿es Europa un solo estado, una sola nación? ¿De verdad se siente usted como en casa al llegar a Holanda o a Hungría, pongamos por caso? La historia europea (hasta 1945 y con serios coletazos balcánicos posteriores, aparte de la guerra fría) ha sido una historia de hegemonías enfrentadas, luchas carniceras, fuertes odios y nacionalismos muy prepotentes. Disparidad religiosa (y muchas matanzas por la religión), disparidad lingüística, disparidad caracteriológica, pero no como algo natural, sino como una estructura identitaria, que debe oponerse y sino aplastar, al menos, quedar por encima de la de al lado.

Ya no queremos ser así. Nos esforzamos por superar la antigua Europa belicosa, pero ¿puede ello --después de tantos siglos con distancia-- resolverse en cinco años?

Me temo que no. Sólo las generaciones futuras --y ello si nosotros lo encaminamos todo acertadamente-- sentirán, de verdad, la patria Europa. Cuyo problema básico (y no precisamente baladí) es el siguiente: para tener peso en el mundo futuro --frente a China, Estados Unidos, Australia, grandes territorios-- Europa debe ser una unidad, pero está claro que esa necesaria unidad (verdaderamente necesaria) tiene que respetar la multiplicidad de sus estados, países y regiones. Lo que a su vez debe leerse al revés: la multiplicidad de estados, países y regiones (con sus costumbres y lenguas, todas válidas) tiene también que respetar escrupulosamente la unidad de Europa. ¿Adónde iría una Europa de 50 microestados? ¿A la felicidad del limbo en el mejor de los casos? O somos europeos --y sólo nacionalistas europeos-- o las cosas, en el previsible futuro, no nos irán demasiado boyantes.

Y les pregunto: ¿A ustedes este discurso de unidad necesaria y pluralidad no menos necesaria, no les es familiar, sin cruzar los Pirineos? ¿Verdad que sí? Es y no es una casualidad, pero resulta más que cierto que el problema inmediato de España (sigo sin entender porqué lo de Estado español, España es un término tan histórico como Castilla o Cataluña) viene a ser, hoy, el mismo problema de Europa. Sólo que en nosotros parece acuciar más, porque algunos tienen la sensación de un Estado a medio hacer permanentemente, y eso no es bueno. Se diría que los franceses saben mejor lo que es España que los españoles, del lado y variedad que sean: no podemos evitar una historia común.

España (una España por fin renovada, que deje atrás el horror franquista y las viejas glorias monárquicocatólicas) debe ser un Estado único --como Europa, para estar en Europa-- pero al tiempo mismo un Estado muy plural, donde nadie sea más que nadie. Como en Europa. Pero el Parlamento Europeo no debe dirimir los litigios españoles (vascos, andaluces, canarios o leoneses) como tampoco debe dirimir otras pluralidades nacionales (recuerden que en Italia no sólo se habla italiano, sino sardo, véneto, napolitano, etcétera). Y es sólo un caso. Plurales y unidos, aquí y allí. Una España nueva y una nueva Europa. Plurales y únicos. Ahora no es fácil. Hay aún más rencor del que parece. Pero o hacemos ese camino o --me lo temo-- volvemos sin remisión a los mandobles.

*Escritor