TStin inmigrantes, España se pararía. Muchos padres deberían reducir su jornada o renunciar al trabajo para criar a la prole. O para atender a sus ancianos. Además, deberían incluir en su jornada laboral la limpieza del centro de trabajo. La fresa se pudriría en Huelva y el tomate en Almería sin manos que los recogieran. En el súper, nos serviríamos directamente del almacén, a falta de reponedores en las estanterías. Adiós al boom inmobiliario, esta vez de verdad, por falta de mano de obra. Ni mencionar la pequeña reforma de casa. Imposible subir una bombona de butano a un tercero sin ascensor. En los bares, ni tostada de manteca colorá , ni café. Muchos tendrían que cerrar. Los ingresos de la Seguridad Social temblarían con ese español y medio que aportamos al mundo productivo cada pareja de las de aquí de toda la vida ... Y así podríamos ir citando, una tras otra, las parcelas en las que marroquís, ecuatorianos, rumanos, bolivianos se han vuelto imprescindibles. La convivencia con los inmigrantes que han llegado a España buscando los empleos que nosotros no queremos o no podemos desempeñar nos ha aportado, además, otras cosas: palabras, colores, sabores, músicas, experiencias nuevas y sorprendentes. Conviene no olvidar nada de esto ahora que, en el fragor de la campaña electoral, solo hablamos de la inmigración como problema. Conviene recordarlo cuando conozcamos a alguien que tiene una empleada a la que no le paga la Seguridad Social o contrata una reformilla sin factura para su cuarto de baño o alquila a precios astronómicos una vivienda a familia por habitación. Conviene recordar esos pisos atestados de gente cuando nos preguntemos por qué los inmigrantes invaden los parques los domingos. La inmigración plantea desafíos. La convivencia los plantea siempre. Mucho más cuando se ponen en común universos lejanos, que estimulan el miedo atávico al diferente. Sobre todo cuando se otean dificultades y los más frágiles económicamente se disputan los servicios. Cerrar los ojos a esta realidad es un error, pero arreglarlo solo con mano dura es imposible.