País de villanos y héroes, Sanchos y Quijotes , santos y pícaros, capaces de lo mejor y lo peor, como en un folleto turístico. Spain is different. Y tanto. Sale Bárcenas de la cárcel, más chulo que un ocho, a pecho descubierto. Le rodean los reporteros abrigados hasta las cejas pero él avanza con una simple chaqueta, sin despeinarse. Que ha sido fuerte, dice, con una voz atronadora sin atisbos de debilidad. Que le han tratado fatal, y que volvería a hacerlo. Y se va a su casa tan ricamente, dejándonos con un palmo de narices. Pero en el otro extremo, en la misma ciudad, tenemos la otra cara de la moneda. Carmen Martínez , la humilde anciana desahuciada por avalar a su hijo, esa minúscula mujer tímida que no sabe ni leer ni escribir, acaba de renunciar a la mitad del dinero que el Rayo Vallecano había reunido en su ayuda. Ha recuperado el piso, dice, y con eso le basta. Ahora ella también quiere ayudar, y cede esa parte para que los hijos de un antiguo portero del equipo vengan desde Nigeria a reunirse con su padre enfermo. Hacer cosas buenas es lo más bonito que hay y más con los pobres, ha dicho, y se ha vuelto a su casa, con la conciencia tranquila. Y ahora, ustedes elijan con qué modelo quieren quedarse. Gran Hermano Vip, los golfos apandadores y sus secuaces y la jeta de cemento de quienes los defienden gobiernan en Españistán, esa vergüenza que deberíamos borrar del mapa ya mismo. Y en la otra punta, personas casi anónimas, como Carmen , construyen poco a poco el país donde van a vivir nuestros hijos, y nos enseñan una lección de ética y geografía, por encima del fango, más allá de la inmundicia.