A pesar de que la televisión nos proporciona a diario espectáculos que nos deberían tener vacunados contra el espanto, de vez en cuando se supera y nos ofrece una voltereta más, el más difícil todavía. El pasado martes se volvió a abrir la academia de Operación Triunfo y, justo ese día, una de sus concursantes, Patricia García , decidió abandonarla. Había fallecido su abuela y tuvo que optar entre permanecer en el encierro televisivo para cumplir su sueño o hacer lo que creía que debía, que era estar con su familia en el momento del duelo. No debió ser una decisión fácil para una joven que se había presentado a los castings de todas las ediciones del programa y, por fin, ocupaba un lugar disputado con decenas de miles de personas.

Ya resulta sorprendente que quienes concibieron un formato así no previeran la excepción y articularan mecanismos para que un concursante, ante una situación como esta, pudiera abandonar por unas horas el plató de la academia para estar con los suyos. Pero lo que resulta una vergüenza es la reacción de uno de sus jurados, Risto Mejide , que decidió ese día subir unos puntos de audiencia preguntando al resto de sus compañeros si había algún otro traidor: "Me preguntaba --les dijo-- si alguien más quiere abandonar la academia, si alguien tiene que hacer una gestión, ha dejado mal aparcado el coche, se le ha muerto el canario, un perro, el abuelo o lo que sea".

O lo que sea... ¿Se puede ser más cruel, burdo, irrespetuoso y primario utilizando tan pocas palabras? Este caballero quizás tenga alma franciscana, dé de comer a las palomas y recoja florecillas en sus paseos por el campo, pero desde que pisó los platós de televisión se ha dedicado a construir un personaje que no encuentra los límites de su bajeza. Yo no sé si Patricia tendrá una nueva oportunidad en lo suyo y llegará a triunfar como cantante. Lo que sí que tengo claro es que si alguna vez tengo un nieto me gustaría que se pareciera un poquito más a ella que a Risto Mejide.