Que en plena crisis las ventas de coches experimentasen en marzo un aumento sin precedentes con respecto al mismo mes del año anterior parece que debería ser acogido como un síntoma inequívoco de que la recesión recula. Y, sin embargo, no es así. Esa cifra espectacular de 125.000 vehículos vendidos (5.000 en Extremadura) es engañosa porque, además de la demanda real del mercado, incluye a quienes no han hecho más que avanzar (por el inminente agotamiento de los fondos del nuevo Plan 2000E y el polémico aumento del IVA) una compra que tenían prevista para más adelante. Es decir, en los próximos meses habrá probablemente un descenso acusado de las matriculaciones.

La industria del automóvil lleva casi un año con las muletas del Plan 2000E, cuya idoneidad nadie discutió. El sector es de una importancia capital --representa el 3,5% del PIB español y ocupa a 155.000 personas y a más de un millón y medio de forma indirecta--, y los apoyos institucionales recibidos, similares a los de otros países de nuestro entorno, han estado plenamente justificados. Pero, contra lo que los fabricantes sugieren, probablemente las subvenciones no pueden prorrogarse de nuevo. No solo porque las arcas del Estado no lo permiten, sino porque estas medidas excepcionales acaban perdiendo toda eficacia si se convierten en permanentes.