WLwa Iglesia católica ya tiene Papa. Pero los creyentes, y todo el mundo, aún deberán esperar un tiempo antes de saber en qué tipo de pontífice se convertirá Joseph Ratzinger, de quien ya se conocen sobradamente tanto su solidez intelectual como su dureza disciplinaria como cardenal e inquisidor.

El nuevo Benedicto XVI intentó disipar ayer algunos de los temores que ha despertado dentro y fuera del orbe católico su elección, con una primera homilía tan moderada como alarmante lo fue la última antes del cónclave. En sus primeras palabras, dichas significativamente en latín, abogó por la colaboración y colegialidad con los obispos, la actualización del Vaticano II y la unidad de todos los cristianos. Una buena señal, pero estas mismas palabras han sido utilizadas demasiadas veces para decir exactamente lo contrario de lo que aparentan.

Sólo una cosa está clara. Que, lejos de cualquier triunfalismo, Benedicto XVI es consciente de la crisis que vive la Iglesia, a la que deberá dar respuestas, y muy concretas.

Porque la controversia con la que se ha acogido al nuevo Papa es demostrativa del profundo distanciamiento entre la institución y la realidad social.