Por si fuera necesario, hay mucha diversión en la villa y corte acerca del enfado del alcalde Alberto Ruiz Gallardón con la presidenta de la comunidad, Esperanza Aguirre . El famoso libro biográfico autorizado de la periodista Virginia Drake , ya saben. No seré yo quien publicite el libro, que me parece que no contiene novedades dignas de mención y que ha sido objeto de una campaña involuntariamente orquestada (contradicción sólo aparente). Pero sí me gustaría decir que tanto Aguirre, con sus peculiaridades, defectos y virtudes, como Gallardón, con sus virtudes, peculiaridades y defectos, son, en efecto (todo esto, incluido lo de las imperfecciones, lo dijo Mariano Rajoy antes que yo) dos activos importantes en la estrategia del PP para regresar a La Moncloa. La pelea entre ambos puede resultar, por tanto, divertida, como dije, pero resulta nefasta para Rajoy, para el Partido Popular, para la marcha de la oposición y yo diría que hasta para el conjunto de la actividad política en España, tan necesitada de sosiego, de algo más de profundidad, de algunos consensos y de disensos civilizadamente ordenados.

Digo todo esto después de asistir a la tumultuosa presentación, el martes, del tan célebre, que no celebrado, libro autorizado, y de haber concurrido, este miércoles, al también muy nutrido desayuno del forum de Europa Press, actos ambos celebrados en torno a la presidenta de la CAM, que brilla con luz propia a pesar de algunos asesores, que se empeñan en encorsetarla en el discurso de las cifras, los números y las promesas electorales sectoriales.

XY ACTOSx ambos en los que el gran ausente fue, desde luego, Alberto Ruiz Gallardón, el muy irritado alcalde, agraviado, dicen, hasta la médula. No le han gustado a Gallardón las cosas que de él se dicen en el libro biográfico de Aguirre. Pero un político de su talla y de su experiencia tiene que saber tragarse sapos, muchos sin duda más importantes que éste, y procurar no hacer bueno aquello de que hay adversarios, enemigos, enemigos irreconciliables y, por fin, correligionarios. Ha de saber el alcalde mantener la sonrisa frente a los propios como bien sabe mantenerla al encarar a los rivales. Ya sabemos, ya, que la batalla de Madrid no va a presentar excesivas dificultades para el PP, tal y como apuntan las cosas al menos hasta el momento. Tal vez estén pensando ambos en batallas electorales de mayor calado; ya tendrán tiempo, si las cosas llegasen a ser así, de pasar por el cedazo hasta llegar a ser aspirantes, en su caso, a más altas magistraturas. Pero, de momento, y ante la confrontación por el ayuntamiento y la comunidad autónoma más emblemáticos de España, que no se confíen: estos espectáculos circenses en los que se reparten bofetadas, aunque sean en plan tongo, no benefician a ninguno de los dos ni tampoco eleva el nivel, que apenas sobrepasa el ras del suelo, de la política española. Hay que volar más alto, mucho más alto.

*Periodista