TUtno de los mensajes más profundos que la novela de Gilbert Adair The Holy Innocents refleja en su contenido y que sirvió de inspiración a Bertolucci en el año 2003 para realizar la película Los Soñadores es, sin duda, el espíritu de aquel mayo de 1968 en el que se forjaron idealismos, ilusiones, esperanzas y mucha valentía. El verbo soñar se convirtió en una firme apuesta de cambio --especialmente en los jóvenes-- que se sintieron con la libertad y el ánimo necesarios para pensar en el futuro y en sus posibilidades, como jamás antes lo habían hecho.

En días pasados tuve ocasión de conocer en profundidad los sueños y deseos que el Gabinete de Iniciativa Joven de Extremadura se plantea con la sociedad de la imaginación, y tuve la sensación de que, por primer vez en Extremadura, se estaba construyendo un planteamiento diferente, una nueva fórmula que --al igual que los personajes de la novela de Adair-- posibilita un espacio, a aquellos ciudadanos y ciudadanas que, siendo o no jóvenes en edad, sueñan con un futuro distinto para esta región, sin complejos y con la esperanza de ver cumplidas sus expectativas.

Ante este nuevo enfoque, fruto de la madurez como pueblo, los extremeños tenemos que poner al servicio de nuestra tierra el talento que poseemos, confiar en nuestras ideas y ponerlas en marcha, creerse --de una vez por todas-- lo que somos y abrir nuestras puertas a la innovación y al cambio. Atrás han de quedar los papeles que siempre nos han otorgado y las profecías que pretenden asfixiar nuestras aspiraciones. El grado de libertad que hoy poseemos, y que hace varias décadas no teníamos, es tan alto, que no podemos perder el tren del futuro para el que ya hemos sacado billete. felipe.sanchez.barbaextremadura.es

*Técnico en Desarrollo Rural