El gigantesco desfile conmemorativo del 60º aniversario de la República Popular China fue un ejemplo perfecto de la esquizofrenia ideológica que vive el país desde que en 1978 Deng Xiaoping inició el camino hacia el capitalismo sin abjurar teóricamente del comunismo. El presidente Hu Jintao citó al padre de la patria reivindicando el "socialismo que puede salvar China", "la apertura" que "puede asegurar el desarrollo nacional, el socialismo y el marxismo". Palabras huecas mientras el país se entrega a un capitalismo salvaje, en el que se respetan poco los derechos laborales, en consonancia con la violación de los derechos políticos. Mientras Occidente se debate en la recesión, China crecerá este año por encima del 8%. El superpoblado país asiático es ya el primer exportador mundial y pronto superará a Japón y se convertirá en la segunda economía del mundo, tras EEUU. Pekín tiene un Ejército numeroso (2,3 millones de soldados), pero anticuado, y por eso su modernización es la principal tarea a la que se emplea. Con una defensa moderna, el poder económico se corresponderá con el militar y se cerrará el círculo de la gran potencia del siglo XXI. La gran incógnita es hasta cuándo podrán resistir las costuras antidemocráticas sin romperse.