ESegún el INE, en Extremadura hay cuarenta y ocho pueblos que tienen censados menos de diez niños de entre cero y nueve años. Todos están en situación de riesgo demográfico, es decir, de desaparecer, de quedarse abandonados y vacíos. La situación no es tan preocupante como en Castilla León, por ejemplo, pero compararse con lo malo no sirve de nada. También allí empezaron como nosotros, aunque se perdió un tiempo muy valioso en buscar soluciones o inventarse parches con mucha imaginación, y poco sentido práctico. Algunas soluciones son costosas y no han servido de nada, como incentivar los nacimientos a cambio de ayudas económicas. A nadie se le ocurre tener un hijo por dinero y menos por una cantidad que no cubre ni los pañales. Otra cosa sería un incentivo hasta una determinada edad de los niños, pero no podemos hablar de imposibles. Existen otras medidas a corto plazo, mucho más efectivas porque generan actividad económica, como la creación de un banco de tierras, cuota cero para emprendedores y extender la cobertura telefónica a aquellos lugares donde todavía no llega. Aun así, tarde o temprano tendremos que asumir que el modelo demográfico ha cambiado. La mayoría de la gente no quiere tener como residencia principal los pueblos y aquellos que pueden emigran a la ciudad, buscando un trabajo o más oportunidades para sus hijos. Es cierto que en Extremadura se ha intervenido en muchísimos pueblos para dotarles de servicios médicos, educativos y de ocio. Y con alto coste económico. Quizá por eso aquí la despoblación ha empezado más tarde, aunque lo preocupante es que ha empezado. Sin pequeños ganaderos o agricultores que residan cerca de sus propiedades y cuiden el campo, se avecina un desastre no solo económico sino también ecológico. Imaginar un futuro de pueblos vacíos, sin escuelas, sin risas de niños en las calles, sin personas mayores atendiendo a sus pequeños huertos es un aviso no de empobrecimiento regional, sino nacional, y la solución debe venir de los propios implicados, los habitantes, y de los expertos. Dejémonos de nostalgias de un mundo rural que nunca fue idílico, y empecemos a construir uno con mejores comunicaciones y servicios, donde sea fácil vivir. Lo demás es pura añoranza de un pasado que, como todos, no va a volver. Un ejercicio de literatura que ya escribió Delibes sobre Castilla. Muchos lo leímos entonces sin adivinar que también hablaba de todos nosotros.H