El Gobierno no ha tenido problemas para decretar el estado de alarma y defender la libertad de movimiento de los 600.000 pasajeros que no pudieron volar. Pero todavía no se ha decretado el estado de alarma cuando el Gobierno, tras salir al rescate de los bancos y cubrirlos de miles de millones para que diesen crédito a las pequeñas y medianas empresas, no soltaron ni un solo euro. Lo que causó la quiebra de miles de empresas, la ruina de miles de empresarios y una lista de gente de patitas en la calle, nunca vista, que hoy sobrepasan los 4 millones de parados. Pero no, no se decretó el estado de alarma, el ejército no ocupó las sucursales bancarias, los banqueros desde sus mansiones no fueron llevados a punta de pistola a sus centrales bancarias para que repartiesen en préstamos las ayudas del Gobierno y no tuvieron el menor linchamiento mediático, como lo han tenido los controladores. Todo lo contrario, se les tendió la alfombra roja para que tirasen balones fuera y se les facilitó la megafonía de los medios de comunicación para que acusaran y pagaran la crisis financiera los propios ciudadanos.

Se considera una violación de los derechos ciudadanos el hecho de perder un fin de semana de vacaciones, y tras el estado de alarma, se han interpuesto denuncias contra los controladores, se piden indemnizaciones millonarias para los afectados, y penas de prisión para los controladores. Pero siendo el perjuicio de los viajeros infinitamente menor, que quedarse en el paro- vivir sin las ayudas de 426 euros a los parados de larga duración- elevar en dos años la edad de jubilación- facilitar y abaratar el despido- o desahuciar a 260.000 personas de sus hogares. Como se ha hecho en los aeropuertos, no saldrán en los diarios, noticiarios radiofónicos o telediarios la devastación de cada caso particular, de cada familia que ha sido desahuciada, de cada empresario que ha cerrado su negocio, de cada familia que tiene todos su miembros en el paro. Pero no importa, los medios nos continuarán restregando por las narices, los beneficios de los bancos y grandes empresas, nos ocultarán los beneficios de los especuladores con las subidas y bajadas de bolsa y nunca relacionarán este movimiento especulativo, con el incremento de precios y de impuestos.

Un obrero de iglesia pobre.

Antonio Cánaves Martín **

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