XDxudo que haya mucha gente apasionada por el debate sobre el estado de las autonomías, que finalmente y tras aplazamientos debidos a causas varias, se celebra a partir de hoy y hasta el miércoles en el Senado. No es la Cámara Alta marco que suscite esperanzas de un debate vivo, candente y en el que se aborden de verdad las cosas que importan y las que interesan. Para colmo, acabamos de tener una sesión en el Congreso de los Diputados de las de alto voltaje, y tengo para mí que existe en estos momentos cierto cansancio ante la guerra parlamentaria en general y hacia los temas autonómicos en particular.

Y no es que marche bien el estado de las autonomías, ni mucho menos. Si se suspendieron durante años los debates en el Senado como el que se inicia hoy seguro que no fue porque todo eran días de vino y rosas, funcionamiento como la maquinaria de un reloj suizo y plena armonía entre las tierras y los pueblos que conforman España. Qué va. El debate estatutario catalán, que viene de lejos y va para largo, ha mostrado que ni hay solidaridad intercomunitaria ni se ha asentado una teoría definitiva en cuanto al estatus territorial español: ¿modelo federalizante?, ¿federalismo imperfecto (esto es, claro está, una maragallada )?, ¿autonomismo progresivo?, ¿descentralización total?, ¿más café para unos que para otros?...

Dudo, desde luego, de que en las sesiones de esta semana se afiance el modelo, a veces tambaleante. Más aún dudo de que se mejoren la igualdad, la equidad, la responsabilidad y la solidaridad interritorial. Cada presidente autonómico va, y es legítimo, imbuido de la necesidad de preguntar qué hay de lo mío , y alguno hay, me parece, que está dispuesto a repetir la Fórmula Camps en el Estatuto valenciano, según la cual una comunidad quiere obtener para ella al menos tanto como la que más, en este caso Cataluña y el País Vasco. Eso, sin mencionar que estallen eventuales batallas puntuales, como la guerra del agua .

Así que el debate, a la espera de la grata sorpresa que Zapatero ha anunciado a algunos presidentes autonómicos --a ZP le encantan las sorpresas; ¿qué será, será?--, me parece que no nos va a arreglar el desaguisado autonómico que a veces tenemos la impresión de padecer. El último que yo recuerdo, casi una década atrás, consistió en que cada autonomía presentaba sus cuentas del gran capitán y la cosa, claro, no casaba en las cifras globales. Al menos no habían empezado aún las bofetadas hegemónicas, Maragall no presidía ninguna autonomía y el País Vasco albergaba un lehendakari llamado Ardanza, que no es lo mismo que Ibarretxe.

Tengo ganas, en fin, de escuchar qué nos dice el president de la Generalitat catalana (y el de la valenciana), cómo se pronunciará el nuevo Pérez Touriño y cómo se comportarán todos los demás, cada día más distanciados en planteamientos, reivindicaciones y sensibilidades de los históricos .

Puede que, por una vez, una sesión en el Senado no sea del todo aburrida. Lo que sí es casi seguro es que va a ser poco útil, si José Luis Rodríguez Zapatero, que dice tener un conejo en la chistera, y Dios no lo remedian.

*Periodista