Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

No sé si los futuros historiadores englobarán la guerra de Irak con la de Afganistán, la del golfo y las habidas anteriormente entre Israel y sus vecinos, para denominarlas genéricamente las "Guerras de Oriente Medio". Y tampoco sabemos el lugar que ocuparán en la historia, si destacado y voluminoso o tan sólo discreto. Si la Humanidad caminase por donde a algunos nos gustaría que lo hiciese, seguramente el mejor título sería el de guerras anacrónicas, pero desgraciadamente tengo serias dudas de que sea esta última denominación la que se imponga. Pero más allá de no resignarnos, que no debemos hacerlo y de estar orgullosos de defender la causa de la paz, se impone el análisis de la nueva situación, consumado el hecho de la guerra y superados los intentos de evitarla.

Lo que ahora nos urge a los europeos es sacar lecciones y olvidar vendetas. Y aunque la unidad rota no pueda restaurarse en días, sí importa mucho no ahondar en ella.

De todas formas, imposible olvidar la hermandad de hierro que une a EEUU y al Reino Unido. La cultura anglosajona y la fraternidad angloparlante funcionan en lo cultural y en lo económico, y representan en términos de producto interior bruto, junto con Canadá, Australia y Nueva Zelanda, cerca de la mitad del PIB mundial de manera directa. Ya quisiéramos los castellanoparlantes formar un bloque semejante. En la Unión Europea debemos de reconocer también, sobre todo en la UE-25, que las heridas producidas por la ocupación alemana de la Europa central en la II Guerra Mundial, no están totalmente cicatrizadas, y a pesar de que el eje franco-alemán es el que más fácilmente viabilizaría la constitución y perfeccionamiento de la supranacionalidad en que muchos deseamos que se convierta la UE, los recelos que levantan son tan ostensibles, que el camino a utilizar será forzosamente distinto, y si la UE ha sido capaz de crear algo tan eficaz y a la vez complicado como la PAC, seguro que encuentra el camino adecuado para ampliarse, cohesionarse y consolidarse, a pesar de que EEUU hará todo lo que pueda para impedirlo.

La derecha, en términos históricos, hace un flaco servicio a la conveniente unidad de nuestro pueblo con su posicionamiento en esta cuestión si se empecina en decir que acertó, porque erró y erró mucho, y la grave división interna es una buena prueba de ello. Pero la izquierda también debe distinguir entre el antes de la guerra y la materialización de la misma, ya que son tiempos y situaciones muy diferentes, y sin matización alguna de los objetivos éticos defendidos, si hay que comenzar a hacer distingos. Ello no implica resignarse a los hechos consumados de la guerra, sino por el contrario canalizar de manera realista el sentimiento ético de toda una sociedad, que grita y pugna por la paz, como valor principal de relación entre los hombres.

Están de más los intentos de explicar lo inexplicable, tanto por parte de los norteamericanos, como por parte de Aznar, que a nadie interesan las interpretaciones interesadas de los vericuetos jurídicos en las resoluciones del Consejo de Seguridad.

Todos somos conscientes de que a punta de bayoneta se intenta imponer un nuevo orden mundial. Y no nos gusta, no porque el anterior no fuese perfeccionable, sino porque éste es unilateralmente impuesto y tiene un claro carácter imperialista.

Aunque lentamente la humanidad avanza, la sociedad está viva y protesta. Estamos en primavera.