TLteo en mi libro de referencia 'Historia del cante flamenco' de Angel Alvarez Caballero apuntes sobre ese estilo de vida tan 'peculiar' que tenían algunos de nuestros grandes del cante. De Don Antonio Chacón por ejemplo, se puede leer literalmente: "...fue durante los largos años de su apogeo, el rey de las juergas, de las fiestas privadas en los reservados y los 'cuartos' de tabernas y colmaos" y es que el flamenco es exaltación de todo lo que tenemos dentro, de nuestras alegrías, tristezas, sinsabores... El pasarse noches y días enteros en 'cuartillos' para algunos puede resultar una banalidad, una juerga sin sentido, un ejemplo más del desfase de la fiesta que nunca terminamos, pero para mí no. Humildemente creo que en esas jornadas de cante y vino se esconde algo más que las ganas de no volver a casa. En esas noches encerrados en un cuarto, en una taberna, los amigos, los 'cabales' emanan los demonios interiores, los anhelos..., convirtiéndose las reuniones así, en actos de contrición donde el arte y el respeto, siempre presentes, purifican a través de los distintos estilos del cante el alma, atormentada o no, del artista, del aficionado. En esas noches interminables uno ya es sólo uno mismo. No hay disfraces. Envueltos en la verdad del flamenco, y en la sinceridad del vino ya no se puede esconder nada. Reivindico las reuniones, los amigos, la fiesta y el flamenco, con la misma intensidad que el trabajo duro, la lealtad y la disponibilidad sin horarios. Todos por igual, que diría un costalero. Estilos de vida de antes, ya irrecuperables, pero que se asemejan en el trasfondo a cualquier época. Flamenco, vino y respeto. Que se lo digan al gran Don Antonio Chacón que ya lo advertía antes de empezar cualquier juerga: Y los señores, ¿saben escuchar?