La reciente moción de censura vivida esta semana ha tenido toda clase de interpretaciones. Unas en positivo, otras en negativo, todas en clave electoral por cuanto que una herramienta constitucional de esta naturaleza supone una tormenta política cuyos efectos lo enturbian todo, a veces hasta el raciocinio y por supuesto la objetividad.

Rajoy, el hombre del temple y la cintura de madera, pensaba que todo se solventaba con su ya famosa estrategia de dejarlo estar. La inacción en estado puro esperando el error del adversario. Pero esta vez le falló el pronóstico. Encomendado a la voluntad de las urnas y creyendo que la buena marcha de la economía lo cura todo, confió su destino a la aprobación de los presupuestos generales del Estado con el PNV. Ni sentencia de la Gürtel ni tsunami que se le parezca, dinero como agua bendita y mirar para otro lado hasta que el cielo escampe. Tal fue la sorpresa el jueves en el Congreso que se fue a comer y ya no volvió cuando se reanudó la sesión; se quedó en el restaurante el resto del día noqueado y esperando despertar de un mal sueño. Ello quedará para los anales de nuestra propia historia, cómo se censuraba a un presidente mientras en su escaño posaba el bolso de la vicepresidenta.

No creo que Pedro Sánchez supiera cuando presentó la moción que ésta iba a prosperar. Estoy convencido de que la concibió como un instrumento para volver al tablero de juego de la política y convertirse en verdadera oposición arrebatándole el puesto a Ciudadanos. ¿Que había motivos? Más que sobrados viendo el primero de los ocho fallos del caso Gürtel que se han de juzgar y el escándalo de corrupción que saca a la luz. Pero ¿convencer a un hemiciclo tan diverso, con un PNV que acababa de pactar los presupuestos y un PdCAT que no iba aliarse con el PSOE visto su apoyo a la aplicación del 155? Imposible. Al final, pudo más el ánimo de echar a Rajoy que todo lo demás. Porque esta moción ha sido eso: desbancar al presidente del PP aunque por ello tenga que ponerse al frente Pedro Sánchez.

Difícil tarea tiene ante sí el líder socialista con 84 diputados y sostenido por Podemos, los nacionalistas vascos y los separatistas catalanes. Dicen que no ha habido concesiones y no hay que ponerlo en duda, pero que las van a pedir a partir de ahora es una certeza. Sin embargo, no creo que haya convocatoria de elecciones anticipadas en marzo del 2019 como se ha especulado, sólo beneficiaría a Ciudadanos y sería una antesala perfecta para esta formación en las autonómicas y municipales de mayo dado que apenas tienen implantación territorial. Tampoco creo que coincidan con autonómicas y municipales propiamente dichas, demasiadas urnas en una misma mesa donde también tienen que tener cabida las europeas. Las fío más bien para el verano del 2020, con el recorrido suficiente como para ofrecer un escenario de normalidad y tranquilidad a la ciudadanía. Con el ambiente revuelto nadie vota lo que quiere, el miedo y la incertidumbre echan por tierra miles de hipotéticos apoyos.

Aunque el PP entiendo que no le dará tregua al nuevo ejecutivo. En medio de la legislatura, ni los 100 días de rigor. Salvo que diluya su acción en la salvaguardia de su propio destino y Rajoy opte finalmente por la dimisión buscando un nuevo candidato, los populares optarán por una oposición dura reivindicando lo que le dieron las urnas y les arrebató la moción de censura. Leña a los traidores, dirán, y ahí entra también Ciudadanos al que ya califican de colaborador necesario.

En la ratificación o no de los presupuestos ahora en el Senado, se verá ya qué tipo de comportamiento van a seguir los populares los dos años que restan de legislatura. No me extrañaría que bloquearan sus propias cuentas tratando de precipitar el final de Pedro Sánchez. No obstante, el vía crucis judicial que les espera no les aportará sosiego. Las 7 piezas de la Gürtel, 15 de la Púnica, 7 de la Taula, 5 del caso Lezo y ahora el caso Erial que ha llevado a Zaplana a la cárcel será letal cara a la ciudadanía.

Todo está en el aire nuevamente. Cuando ya todo el mundo daba por sentado que era el momento de Albert Rivera, Pedro Sánchez da la campanada y vuelta a empezar. De los derroteros que lleve el país dependerá todo lo demás: si hay sobresaltos, malo; si hay sosiego, bueno. Quién sabe si Ciudadanos sabrá amoldarse a esta nueva coyuntura compartiendo oposición con el PP. ¿Podemos soportará la sombra del PSOE? ¿Un PP renovado convencerá al electorado? ¿El PSOE demostrará que la moción de censura fue por el bien de este país? Visto lo visto, dejar las cosas como estaban era bastante mejor para todos. O no.