El envío de otros 30.000 soldados a Afganistán es la decisión más difícil que ha tomado Obama en sus 11 meses de presidencia. Puede ser también la que marque todo su mandato. La solemnidad del anuncio contrasta con el escepticismo con que ha sido recibido en el mismo Capitolio, en la prensa estadounidense y muy especialmente entre los aliados de EEUU.

Los aspectos que mayores dudas suscitan dentro de la estrategia anunciada por Obama son el número de efectivos, su operatividad frente a un enemigo conocedor del territorio y cada vez más agresivo y haber puesto fecha al inicio de la retirada. En el apartado civil, la contribución a la construcción de un Estado que funcione, aunque sea solo de forma aproximada, no será más que una ayuda a un Gobierno corrupto, surgido de unas elecciones fraudulentas, que, por su propia constitución, difícilmente contribuirá a la estabilidad del país.

No le será fácil a Obama convencer a los países amigos de que aumenten su contribución al esfuerzo bélico. Francia y Alemania se reservan la decisión de enviar más tropas. España ha abierto la puerta al aumento de tropas, pero con la sorprendente justificación del papel destacado que tendrá durante los próximos seis meses, cuando ocupará la presidencia de turno de la UE.