THtace mil años, mejor o peor contados, los estudiantes que en las universidades de toda España corríamos delante de los grises íbamos con traje y bien encorbatados. En algún colegio mayor masculino de Salamanca, por ejemplo, incluso se negaba el servicio de comedor a quien no llevara debidamente anudada la prenda de marras. Ríase el lector joven de lo que escribo, o ponga en duda la certeza de mis recuerdos, pero así eran las cosas. Hablo, ya digo, de los tiempos de Matusalén .

En las décadas posteriores, los setenta, los ochenta, el torpe aliño indumentario , las melenas, las camisetas descoloridas, fue el distintivo de quienes, chicos o chicas, frecuentaban los claustros universitarios. Incluso entre los profesores, la vestimenta informal y descuidada era signo de su condición. Lo importante no era la apariencia, era el fondo.

Hoy, quizás por las vueltas que da la historia, o acaso por la influencia que sobre nuestras costumbres ejerce todo lo procedente del imperio, con su principal altavoz, Hollywood, como eficaz propagandista, se producen espectáculos que mueven a la sonrisa y a la constatación de que a la mona le sigue gustando la seda. Actos supuestamente académicos --esos que ahora se ha puesto de moda llamar graduaciones, por ejemplo-- en los que los estudiantes, con independencia de su sexo, parecen maniquíes a punto ser expuestos en un escaparate. Las universidades, especialmente las privadas, organizan representaciones de gran parafernalia, tanto mayor cuanto más caros vendan sus títulos --hablo de dinero contante y sonante, no de exigencias académicas-- en las que alumnos y padres aparatosamente vestidos ven plasmados sus esfuerzos en forma de diplomas entregados en pomposas ceremonias.

La comedia también empieza a interpretarse en estos últimos tiempos por los bachilleres. No se pregunte a algunos de ellos por el teorema de Pitágoras o el autor de El Quijote , pero reconózcaseles el mérito de, hijos de su época, saber adoptar a la perfección los modos de esos personajes de la prensa rosa a los que tanto admiran.