En Francia, quien mata a un gendarme, si le pillan, se tira el resto de vida en la cárcel. Hasta hace poco, todavía les pasaban por la guillotina. En Francia, cuna moderna de la Democracia, estas cosas las tienen claras. Por eso, la noticia del asesinato a las fueras de París del brigada Jean-Serge N rin --crimen perpetrado según todos los indicios por un etarra--, copa desde ayer la primera plana de periódicos y telediarios. La idea que predomina al analizar lo ocurrido es que si hasta ahora la colaboración francesa en la lucha contra los terroristas vascos era intensa, a partir del asesinato del gendarme, se multiplicará. Desde esa perspectiva, digámoslo claramente, se abre un registro tan nuevo como interesante si de lo que hablamos es de acabar cuanto antes con esta organización terrorista.

Quienes recordamos cómo rodaban las cosas en las relaciones con Francia cuando Giscard d´Estaing ocupaba el Elíseo, aquél indisimulado desprecio suyo hacia un Adolfo Suárez a quien trató de humillar en su primera visita oficial a París delante de los periodistas que le acompañábamos, podemos dar fe de lo mucho que han cambiado --para bien-- la actitud de las autoridades francesas. Sarkozy lo tiene claro; Hortefeux , su ministro del Interior, también.

Ahora, además de ellos, el mensaje lo han recibido, personalmente, todos los uniformados galos. Al asesinar a un gendarme, la ETA ha empezado a cavar su tumba en Francia.